El último corsario del Atlántico
Javier Castro y Enrique G. Luque publican 'Los Diablos del Mar' una novela histórica de piratas y aventuras que desvela el misterio de los duros antiguos
Actualizado: GuardarEl Malospelos procedía a su sucia tarea de enterrar espinas -devolver al mar lo que es del mar en forma de raspas, tripas varias y cabezas- cuando se topó con la perla, que no era una perla, sino una oxidada moneda que, aunque algo rara, bien se parecía a un duro. Del fortuito encuentro a que la voz se corriera debió pasar un par de días, a lo mejor, ni eso. El mar regalaba piezas de plata y allí estaban, frente a las pesquerías, enterradas en la arena. Al suceso que movilizó a Cádiz y trajo boca abajo a más de uno que terminó perdiendo las uñas y la cabeza, el Tío de la Tiza le dio forma de tanguillo. El de Los duros antiguos, himno popular allá dónde al final de Iberia se afina la tierra. Una pareja de escritores gaditanos ha dado forma al relato, buceado entre la memoria náutica y publicado una novela que por fin parece dar respuesta a la gran incógnita. ¿Cómo llegaron a la arena de Cádiz aquellas monedas? Los Diablos del Mar. La Odisea de la Burla Negra es el título con el que Javier Castro y Enrique G. Luque se han propuesto narrar uno de los capítulos más interesantes de la memoria histórica y popular gaditana. El descubrimiento fortuito de un valioso tesoro que enlaza con la intrépida historia de un personaje de leyenda, el último pirata del Atlántico, Benito Soto Aboal.
«La historia de los duros antiguos es algo que hemos oído desde niños. Enrique y yo queríamos dar a conocer lo que verdaderamente ocurrió, queríamos que cuando la gente escuche el tanguillo, sepa de dónde viene», apunta Javier Castro, escritor, librero y periodista que, junto al profesor y doctor en Ciencias del Mar, Enrique G. Luque, dio forma a más de cuatrocientas páginas de aventuras a caballo entre dos siglos.
Al margen de otras teorías, los autores de Los Diablos del Mar parten de Benito de Soto para conformar una historia de piratas, amor y desgarradas batallas de cuyos secretos sólo sabe el mar. «Existen muchas opiniones sobre cómo llegaron las monedas a la playa que estaba frente a las pesquerías, hoy en la zona del Cementerio. Nosotros hemos trabajado con la más plausible. Hemos desvelado misterios que sólo se conocen cuando se llega a la última página», adelanta Castro que afirma que la obra cuenta con un 80 por ciento de datos verdaderos.
Publicado por la gaditana editorial Absalon e impreso por Artes Gráficas Nueva, la novela demuestra que hay mucho que contar por estos lugares, que hay vida más allá de los best sellers de las firmas punteras y que es posible hacerlo con producción elaborada íntegramente en esta tierra.
La historia
En 1823, El defensor de Pedro, bergantín dedicado a la trata de negros, sale de Brasil para llegar a la actual Ghana. Después de muchas vicisitudes, después de la malaria, las infecciones, el hambre y otras penurias, los tripulantes se amotinan y ensalzan al segundo contramaestre, el extremeño Benito de Soto, como comandante. Convertidos en piratas en el más amplio sentido de la palabra, los marineros recorren el Atlántico llevándose por delante a todo el que se mueve. Su barco, ahora, responde al nombre de La Burla Negra. «Es en este momento cuando de verdad empiezan a hacerse ricos. Despojan de todo a las naves a las que se encuentran: el Morning Star, el Topaz, el New Prospect... Se ganan, con razón, una fama tremenda», apunta el autor que adelanta que no todo son batallas pues, ¿qué arrastra a un hombre a la piratería si no es el desamor de una mujer bella?
Convertidos en verdaderos potentados de lo ajeno, el problema, al parecer, vino de un error de cálculo. Cuando los piratas decidieron hacer una pausa en sus fechorías y retirarse para vivir de las rentas, el mar les traicionó haciéndoles embarrancar en la playa de Cortadura, frente al mítico Ventorrillo El Chato. «En un principio los tripulantes guardan silencio, pero después de unos días en Cádiz, disfrutando del vino y las mujeres en la Hospedería El Caballo Blanco, los hombres empiezan a irse de la lengua», explica Castro.
Aquello fue el fin. Detectados en Cádiz los piratas más temidos y buscados de este océano, el desenlace estaba más que escrito. Las autoridades, primero, acabaron con la tripulación y luego, unos días más tarde, dieron con Soto que había huido a Gibraltar. En medio, la incógnita de cómo aquellos duros, en realidad Pesos Fuertes, fueron a parar a la playa con más de setenta años de diferencia.
Respuestas que pretenden que el lector llegue a la última página, que quede prendido de un relato trepidante que imprime a la historia de sangre, saqueos y piratas los matices de la vida, de lo humano y del desengaño. Todo ello en un volumen que es, por dentro y por fuera, cien por cien gaditano.