Juan Bautista tiene ingresada a su madre. / E. S. M.
CÁDIZ

«Las obras es el menor de los males que nos toca aguantar en Cuidados Intensivos»

Juan Bautista, de 42 años, ha elegido una esquina soleada del patio del hospital para esperar. No se quita el gorro de lana, a pesar de que el sol le obliga a retirarse el sudor de la frente cada cinco minutos, con un pañuelo de papel azul que guarda al instante en el bolsillo. «Hemos venido toda la familia desde Jerez», explica sin apartarse de la pared blanca en la que se apoya. Su madre acaba salir del quirófano.

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Es por su corazón. «Está muy mal. Así que ahora mismo el ruido de las obras es lo que menos me importa. La verdad, es que casi ni las oigo», dice. Llegaron hace un par de días al hospital Puerta del Mar. «Desde entonces, nada de dormir. La ansiedad sólo me deja echar una cabezada de vez en cuando», explica.

A su alrededor, vallas amarillas que flanquean la entrada del hospital. De fondo, el taladro. Ese que Juan ya no oye, pero que tiene metido en la cabeza.