EL DÍA DESPUÉS. Romano Prodi interviene ante los magistrados italianos en la inauguración ayer del Año Judicial. / AP
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Berlusconi presiona para ir a las urnas

El líder de centroderecha italiano echa un pulso al jefe de Estado, que en la ronda con los partidos intenta dar pie a un Gobierno de transición

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La caída del Gobierno puede ser el fin del mundo en cualquier sitio, pero no en Italia. Les ha pasado demasiadas veces. El país, con la economía maltrecha, no se puede permitir vegetar en un limbo político, pero ya está metido dentro hasta el cuello. Después de que el derrumbe del Ejecutivo de centroizquierda de Romano Prodi haya durado cuatro días, el ritmo cansino se mantiene: el presidente de la República y jefe de Estado, Giorgio Napolitano, tardará cinco días más en consultar a los partidos qué piensan sobre el asunto.

No hay prisa. Empezó ayer por la tarde, pero hoy ya se para, porque el sábado a la tarde y el domingo, por lo visto, no recibe. Luego seguirá hasta el martes. Todo para comprobar si es posible reconstruir una mayoría parlamentaria, con nuevas alianzas, que permita formar otro Gobierno, o si no queda más remedio que convocar elecciones anticipadas, a menos de dos años de las últimas. Serían en abril.

Napolitano, garante de las instituciones, querría un Ejecutivo de transición que cambie al menos el delirante sistema electoral, que regala un peso desproporcionado a los partidos pequeños, por otro que garantice la gobernabilidad. La patronal, Confindustria, piensa lo mismo. Sin embargo, el líder del centroderecha, Silvio Berlusconi, quiere ir a las urnas ya, con el cadáver de su enemigo aún caliente y los sondeos a su favor. En 2006 perdió por sólo 28.000 votos y está convencido que los veinte meses de erosión constante del Gobierno Prodi le han dejado la victoria en bandeja. Ayer mismo ya empezó con sus proclamas altisonantes: «¿Desde hoy empezamos nuestra campaña electoral por la libertad!». A ver quién le para. Napolitano contra Berlusconi, este es el nuevo pulso a distancia que domina ahora la política italiana, sobre el panorama de escombros que ha dejado la caída de Prodi.

Se ven otros fenómenos novedosos entre las ruinas humeantes. Uno, la repentina amistad que resurge en el centroderecha entre Berlusconi y sus aliados, cuando en los últimos años se han llamado de todo. Otro, el ambiente prebélico que recorre la alianza de centroizquierda, donde están a punto de llegar a las manos. El Udeur de Clemente Mastella, la diminuta formación que causó la caída de Prodi con su fuga, ya está también en el escaparate al mejor postor. Berlusconi le hace guiños. De fondo, la abulia, la depresión y el desinterés de la ciudadanía. Mientras caía el Gobierno, ni una sola cadena de televisión dedicaba un programa especial a contemplarlo.

Milagrosa recomposición

La fuerza de Berlusconi para imponer su agenda en este momento le llega precisamente de la milagrosa recomposición del centroderecha. Su partido Forza Italia, la Alianza Nacional (AN), de Gianfranco Fini, y la Liga Norte de Umberto Bossi ya son tan amigos como siempre. Es el efecto mágico de ver el poder al alcance de la mano. Falta todavía la UDC de Pierferdinando Casini, que todavía ayer pedía un Gobierno «de responsabilidad nacional».

Sin embargo, tal concepto no figura en el vocabulario de Berlusconi y es probable que ellos tampoco tarden mucho en volver a la casa del padre. A 'Il Cavaliere', único líder desde la posguerra que ha sido capaz de acabar una legislatura entera, le ha bastado chasquear los dedos para que todos cierren filas. La consigna es clara, elecciones anticipadas.

Esta opción, para el centroizquierda, supone un futuro mucho más tenebroso. «No hay duda, ir a las urnas con este sistema quiere decir reproducir todas las tragedias italianas y toda la fragmentación política de hoy», dijo ayer el hasta ahora primer ministro, Romano Prodi. El Partido Demócrata (PD) de Walter Veltroni, su sucesor, negocia a contrarreloj para intentar convencer a Berlusconi con un oferta convincente. Ayer se manejaba la hipótesis de que el magnate colocara al frente de un hipotético Gobierno de transición a un hombre de su confianza, Gianni Letta, el 'cerebro gris' de sus años de primer ministro.

Hay otros incentivos en el aire, más inconfesables. En abril toca adjudicar decenas de cargos directivos en entes públicos, el tradicional reparto de poltronas entre partidos políticos. Por otro lado, hasta octubre no se cumplen los 2,5 años de legislatura mínimos que tienen que completar todos los parlamentarios elegidos por primera vez para tener derecho a la pensión vitalicia. Son razones de peso para estirar la legislatura, pero para el hombre más rico de Italia no hay nada como volver a mandar.