La luz en tiempos de guerra Cádiz acogerá una sede del Centro Andaluz de Fotografía
El fotógrafo jerezano Emilio Morenatti muestra en el Museo de Cádiz las imágenes más impactantes de su carrera Una muestra de Carlos Pérez Siquier abrirá la primera 'delegación provincial' del CAF
Actualizado: GuardarCuántas vidas entran en el visor de una cámara? ¿Cuántas historias caben en un clic de obturador? ¿Cuánto dolor puede absorber y exhalar una imagen? ¿Cuánto desconsuelo? ¿Cuánta rabia? El fotógrafo jerezano Emilio Morenatti es uno de esos profesionales que busca respuestas en el relato fugaz de cada instantánea; que no se conforma con la lectura superficial de una realidad múltiple y definitivamente extraña; que apunta al centro de la verdad sin mixtificaciones ni paños calientes. Aunque a veces -la mayoría de las veces- esa verdad duela. Por eso, a pesar de su juventud, Morenatti es ya un referente internacional del fotoperiodismo crudo, el que se construye sobre las personas, víctimas y verdugos, a escasos centímetros de la acción, y captura certezas en el espectro limitado de su gran angular.
El Museo de Cádiz ofrece, desde ayer, la posibilidad de adentrarse en el universo sorprendente de un testigo que ha sabido hacer poesía con los mimbres tétricos de la desolación, con la geometría caótica del desastre y con la luz quieta que emana del rostro de cualquier cadáver.
Las más de 60 imágenes cazadas en Palestina y Afganistán, y ordenadas en esas dos grandes series, han llegado a la ciudad de la mano del Centro Andaluz de Fotografía, dirigido por el también gaditano Pablo Juliá. Constituyen una selección parcial del legado gráfico que el autor ha atesorado en sus largas estancias como corresponsal de AFP en dos de los principales puntos calientes del planeta.
El bloque dedicado a Afganistán guarda reminiscencias bíblicas. Desiertos armónicos en los que se desarrolla un modo de vida casi medieval. Hornos milenarios de ladrillo, discriminación sexista, celebraciones religiosas que tiñen el suelo de sangre turbia. De forma onírica, el fotógrafo invita al espectador a sumirse en la realidad cotidiana de un país ahogado en sus propias contradicciones.
El que se centra en la guerra palestina habla de luchadores rudos y miradas esquivas, de bombas, entierros y silencios. Es un examen más duro, menos estético, que incide en el significado informativo sin olvidar la vocación de estilo.
Ambos comparten esa lectura poética de la imagen que requiere, según Juliá, de «una serenidad inaudita: de una increíble frialdad para componer y estudiar la luz en mitad de una guerra». «Cuando otros se dedicaban a teorizar y teorizar sobre la profesión, él defendía una máxima simple pero arriesgada: si la foto no es lo suficientemente buena es porque no estabas lo suficientemente cerca».
Desde esa filosofía resuelta y aventurera, es fácil entender la esencia de sus imágenes, descubrir en ellas la intención obstinada de convertir en arte los ojos vacíos de las mujeres afganas; el cuerpo deshabitado de algún miliciano muerto; el grito áspero del mujahidin; el horror preciso, inapelable, de tanta devastación. Pablo Juliá, director del Centro Andaluz de Fotografía, trajo ayer, en su visita a la tierra en que nació, un regalo inesperado: el CAF abrirá sede en Cádiz «muy pronto», gracias a un protocolo firmado con la Asociación de la Prensa que permitirá el uso compartido de las instalaciones «hasta que o ellos o nosotros podamos permitirnos un espacio mayor», bromeó Juliá. De esta forma, la ciudad se convertirá en la primera capital de provincia en acoger una delegación permanente de la entidad, que centrará su labor en dos aspectos fundamentales: mantener un espacio expositivo propio, e impartir cursos para profesionales y aficionados, con diferentes grados de especialización. Aunque Juliá no quiso adelantar la fecha en que la delegación abrirá sus puertas, sí insistió en que «no va a ser cuestión de meses, ni mucho menos, ya que tenemos la intención de que sea lo antes posible». De entrada, la muestra inaugural correrá a cargo del Premio Nacional de Fotografía Carlos Pérez Siquier.
Por lo pronto, la primera planta de la APC se utilizará para acoger diferentes muestras organizadas por el CAF, y el ático se reacondicionará para impartir talleres cuyo «número dependerá de la demanda que detectemos».