HISTORIA. Gamoneda ante la imagen del collar fenicio. / FRANCIS
ANTONIO GAMONEDA POETA

«Hoy en día las 'dos Españas' vuelven a ser dos»

El Premio Cervantes inauguró ayer el ciclo 'Voces en el Museo' y construyó un relato acerca de de una joya de oro fenicio con cuentas de cornalina

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Tiene más de césar que de abuelo. Los surcos de la cara, la desgana de las arrugas de su traje de chaqueta, la dignísima indiferencia con que cuelga su corbata y el peso de su discurso hacen de Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931) un emperador romano en el senado de una cafetería de Cádiz. Eclipsado por su propio éxito, añora la mesa de trabajo llena de hojas que no le dejan escribir tantos homenajes. Calientes aún las medallas -el Cervantes- y las heridas, entra triunfante en la Roma de las letras con demasiadas audiencias por delante. La última, ayer en Cádiz para dar vida con su discurso a un collar fenicio en el Museo Provincial. Notablemente sordo, cierra los ojos, frunce dos pobladas cejas, aprieta los labios y responde con el aplomo de un soldado viejo, cansado y sin embargo aún preciso.

-¿Por qué eligió para hablar el collar de oro de cuentas de cornalina?

-Inicialmente está la gran belleza de la pieza en sí misma. Pero ese collar ha rodeado el cuello de una mujer fenicia que, aunque invisible, habla de realidades íntimas. Dado que no es posible una historificación, la misión más interesante es la del imaginario, la palabra que sustituye a la historia. Es la leyenda o la fábula, hablamos de la creación estética del lenguaje. Ante lo desconocido, el pensamiento poético es el único componente de conocimiento posible de realizar.

-¿Acostumbra a crear a partir de objetos banales?

-Sobre nuestro planeta no hay nada banal. Las cosas pueden adquirir condiciones reveladoras y creativas muy serias. Hay objetos que en principio tienen poca importancia pero bajo una mirada totalizadora no hay banalidad. Me sirven todas las cosas para crear, todos los objetos carentes de importancia, mucho menos importantes que el collar fenicio. -El Cervantes, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, la Medalla de las Bellas Artes... Está en su época de reconocimiento.

-Son algo que agradezco y que me produce cierta sorpresa. Sin embargo, son una certificación de la vejez. Están reservados a escritores con una obra mejor o peor, pero, en todo caso, si no terminada, cumplida. Los reconocimientos me producen un enorme cansancio físico y mi mesa de trabajo está llena de hojas en blanco que escribo en aviones y en trenes. Hay satisfacción, cansancio y también cierto bloqueo creativo. Llevo un año y pico sin leer.

- Está escribiendo su autobiografía ¿Cómo se enfrenta a su propia existencia?

-Mis memorias de infancia comienzan cuando tengo cinco años y estalla la Guerra Civil, y duran hasta que cumplo 14 y mi vida toma otro giro. En esos nueve años se cuenta el terrible drama que vivió España en la guerra y en la Postguerra. Siempre se escribe a partir de la experiencia. Por eso no doy importancia a la escritura que no es emanación de la vida, que está concebida únicamente para crear ocio.

-Se quedó huérfano con un año. ¿Fue esa noción de muerte el sustento de su escritura?

- Cuando estalla la Guerra Civil yo tenía cinco y vivía en el único barrio obrero de León, donde se produjo una represión terrible. Recuerdo los gritos de las mujeres cuando sacaban a los hombres de las casas para matarlos. Vivía cerca del penal de San Marcos, uno de los más grandes y duros de España y veía las cuerdas de presos pasar por debajo de mi balcón. Pero no los veía nunca volver -calla durante largos segundos-. Es la imagen patente del crimen histórico en la edad infantil... Efectivamente, me he formado en muy seria cercanía con la noticia de la muerte.

-¿La percibe ahora con otro enfoque?

-La noción de la muerte va reduciéndose hasta que se llega a percibir la propia, la de uno mismo. Pero frente a ese hecho, se alcanza cierta serenidad, no sé si llamarlo adaptación.

-¿Como ha vivido la muerte de Ángel González?

-No nos encontrábamos mucho, pero existía un serio cariño derivado de nuestra amistad común con el lingüista Emilio Alarcos. Un grupo concreto ha interpretado mal, de manera inexacta e injusta, mis declaraciones tras su muerte.

-Puede explicarse ahora.

-Hablé de la dignidad de Ángel y añadí que hace 15 ó 20 años su poesía empezó a declinar: no tenía la misma decisión y certidumbre. Además, en los últimos años estaba bastante solo, jubilado y acosado por la soledad. Se le acercó un grupo de poetas que le utilizaban, constituyéndole en patriarca de una tribu, como un poeta viejo y grande del cual ellos se erigían en sucesores. No es un crimen, pero es verdad y lamento que haya sentado mal. Cuando ni siquiera sabían quién era Ángel González, yo ya era amigo suyo.

Poeta de la soledad

-Usted está considerado integrante de la Generación del 50 en la que no cree.

-No existe. La voluntad de crear la Generación del 50 es un intento que Gil que Biedma le comunicó a Jesús Fernández Palacios, una operación para que algunos autores tuvieran trascendencia generacional. Nada más. Pepe Caballero Bonald siempre ha hablado de grupo y no de generación. Nunca actué ni fui llamado por ese grupo. Soy un poeta al que le interesa la soledad.

-¿Qué esperanza tiene en los nuevos poetas?

-Algunos poetas jóvenes (y les digo jóvenes a los menores de 50) tienen interés. Es el caso de Vicente Valero, que ha ganado el Premio Loewe, un poeta de raza. Elena Médel... Hay una línea que va a ser interesante. Los poetas de más de 50 años y la poesía de la experiencia están en decadencia. Su ciclo se está cerrando.

-¿Estamos más cerca de la guerra que nunca?

-Quizás decir guerra es decir mucho. Desde 1976, cuando se inició la Transición, los dos últimos años han sido los de mayor crispación y de una definición indeseable de las dos españas. Es tópico, pero las dos españas vuelven a ser dos. No llegaremos a la guerra porque estamos en un superestado de naciones democráticas que no nos dejarán, pero la existencia de ETA y la agresividad política de la derecha son poco positivas. Es un mal momento.

-¿Tiene futuro la Alianza de Civilizaciones? ¿Podremos entendernos culturalmente algún día?

-Es una hermosa idea, pero me parece que entraña una homogeneización de civilizaciones pese a los aspectos diferenciales que son importantes también.

-¿Qué le parecía la letra del himno? ¿Se animará a escribir uno?

-Creo que no estoy dotado para la redacción de lo que se entiende por un buen himno -calla y sonríe-. Y del que presentaron... Me extraña que sea el COE el que elija el himno de los españoles. De todas maneras, fue una sucesión de tópicos sin tensión expresiva con una letra floja.

apaolaza@lavozdigital.es