Entre el Ibex y Gallardón
Como ajena al comportamiento de las bolsas europeas, que volvían a transmitir ayer su profundo temor a una recesión en la economía norteamericana, la política española seguía desovillando el intríngulis argumental del trío Rajoy, Aguirre y Ruiz-Gallardón.
Actualizado: GuardarTodavía no se ha asomado Pizarro al escenario público, por lo que el efecto Ruiz-Gallardón sigue ocupando amplios espacios informativos. Y empiezan a hacer, como es lógico en vísperas electorales, estimaciones sobre la influencia de los últimos acontecimientos internos en el PP sobre el resultado de las urnas. Se espera que, una vez encendidas las calderas de la campaña, la figura del alcalde de Madrid y sus tribulaciones personales desaparezcan de los primeros planos y que a su adversaria Aguirre le recorten los consejeros electorales las plumas de ambiciosa vanidad que le sobran. Rajoy va a ser el único que seguirá igual, sacándose a sí mismo el mayor partido posible.
Parece increíble que su larga y brillante experiencia política no le esté sirviendo a Ruiz-Gallardón para recordar que, en los momentos más depresivos, lo mejor en sentarse pacientemente a la puerta para ver pasar el fracaso del enemigo. Ha confundido el alcalde madrileño el hecho cierto de que la actual dirección popular, muy aznarista, no le aprecie con que su carrera en el partido se haya agotado. De las tres posibilidades a que se enfrentará el 9-M el PP, hay una que para Ruiz-Gallardón significaría su resurrección política: un descalabro de Rajoy. Y el descalabro se produciría aunque volviera a repetirse ahora la escasa diferencia que arrojaron las urnas el 14-M. No sería, eso sí, una derrota aritméticamente humillante, pero al no ser la primera, sino la segunda, hasta el propio Rajoy habría de considerarla un fracaso.
Y ese fracaso popular, que tal vez no se dé pero que es hasta probable que suceda, revitalizaría la proyección de Ruiz-Gallardón dentro de su partido en la medida en que la actual dirección fuera desplazándose para dejar espacio personal e ideológico al imprescindible relevo. Ante hipótesis de derrota en las urnas, a la figura de Pizarro se le carga con una responsabilidad que tal vez sea demasiado pesada para una figura sin experiencia en la política a la luz del día. El argumento, por otra parte, de que Pizarro es un ganador nato porque ha derrotado a La Caixa, la Generalitat y el Gobierno central al oponerse a la opa de Gas Natural es inexacto o, al menos, exagerado, ya que la opa de Gas Natural podía derrotarse a sí misma al estar bien planteada imaginativamente, pero como si fuera el cuento de la lechera o, dicho de otra manera, haciendo que en parte Endesa se comprase a sí misma.
En cambio, fracasó Pizarro con su gran apuesta, la opa de la alemana E.ON, que fue finalmente marginada por una alianza italoespañola. Esto no va a entonarse, en el plano de la inteligencia, hasta que asistamos al duelo televisado entre Pizarro y Solbes.