Opinion

Por egoísmo

Blas era un amigo, un compañero de lealtad y nobleza inquebrantables, que compartió con nosotros montaña y mar, alegrías y penas, éxitos y fracasos, amor y desamor. Cada día, al llegar a casa, un torbellino de orejas largas y patas cortas se abalanzaba sobre mi, feliz como si hubiera pasado años sin verme.

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En los momentos de tristeza, él lo percibía y se acostaba a mi lado, intuyendo que algo pasaba y que debía estar junto a mi.

Durante sus doce años de vida fue la alegría de mi casa y la mejor compañía para mi familia. Pasearle me ayudó a ampliar mi círculo de amistades e, incluso a conocer a la que hoy es mi mujer.

Finalmente, llegó el momento. Su vida ya no tenía la calidad que se merecía, supe que debía hacerlo y lo llevé al veterinario. Allí le inyectaron un sedante para dormirle y me quedé junto a él mientras sus ojos se cerraban.

El resto del día lo pasé llorando como un niño. Con el paso del tiempo, uno reflexiona y llega a la conclusión de que mis lágrimas no eran realmente por Blas, sino por el hueco emocional que en mí dejó su ausencia. Lloraba fundamentalmente por egoísmo, porque aquel animal no estaba contaminado por interés, odio, envidia, suspicacia, soberbia.

Nuestra relación era directa, sin filtros mentales de por medio. Era pura afinidad entre dos seres que conviven y cuya naturaleza más profunda les inclina a tenerse afecto y a cuidar uno del otro.

Ese tipo de relación tan difícil entre los seres humanos, por las barreras que sus mentes fabrican.

Quien nunca se ha beneficiado de la compañía de una mascota (y no me refiero a tener a un pobre animal atado con una cadena a la intemperie), no es capaz de comprender la unión que se genera y la satisfacción personal que le puede aportar.

¿Y por qué escribo ésto? Porque un año más, pasadas las Navidades en que han sido regalados como simples objetos, muchos de esos seres vivos comienzan a ser abandonados en las carreteras, condenados a un negro futuro de angustia, dolor, sufrimiento y muerte. Se lo pido por favor, no lo hagan. Aunque sea por puro egoísmo.