Opinion

Bush: recesión y política

El final de los ochos años de George Bush en la Casa Blanca puede ver la dura puntilla a su controvertida gestión con lo que los medios norteamericanos llaman ya recesión de la economía. Mientras las bolsas de Asia y Europa se hundían sin remedio ayer en un día festivo en los Estados Unidos, algunos comentarios irónicos se preguntaban retóricamente si Alan Greenspan, tantos años presidente de la Reserva Federal y tenido por una especie de mago de las finanzas, sería capaz de atajar el desastre.

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Greenspan dejó su puesto en 2006, durante la segunda presidencia de Bush, y en sus memorias, muy selectivas, destinadas a defender sus criterios, se mostró como un republicano conservador capaz de separarse de criterios políticos que podría llevar a aumentos descontrolados del gasto público.

El coste sideral de la invasión de Irak es hoy percibido como uno de los factores de la crisis, más allá de las conocidas causas de la especulación financiera y la explosión de la burbuja inmobiliaria desde la virtualidad de los fondos insolventes manejados por amateurs y advenedizos.

Los mercados asiáticos, que dependen en gran parte ahora de su sector exportador, se estrenaron ayer con una ataque unánime al plan Bush-Bernanke, descrito como por completo insuficiente: unos 145.000 millones de dólares en dinero «al bolsillo de los ciudadanos» por la vía de supresiones fiscales y/o entrega de cupones para financiar el consumo, al estilo de los japoneses hace años.

El Congreso reaccionó en primera instancia con moderación y cerrando filas. Fue muy notable oír a la líder de la mayoría demócrata en la cámara de diputados, Nancy Pelosi, decir que estaban «listos para trabajar con el presidente» mientras los candidatos en liza en las primarias apenas entraban en materia y se dedicaban a hacerse imagen y descartar al adversario, como es propio de las primarias, no presentar un programa detallado.

Pero esto acabó: cuando este martes abra la bolsa norteamericana y se vea lo que sucede al final del día podríamos estar, en el registro político y pre-electoral, en una fase enteramente distinta y que poco a poco remitirá a un juicio políticamente insoslayable.