CUARTO DE PALABRAS

Imaginar

Dado que los actos del día no parecen acontecer, sino precipitarse, contrarrestarlo ejercitando la sana costumbre de tocarse el contenido del escroto es un hecho que viene a suplir el gimnasio (se suda menos) y saca cachas a la imaginación. Estaba en ello el otro día, mirando esos libros amarillentos que habitan en el polvo de la estantería (a ver qué hago... ¿quito el polvo o los ojeo?). (Está claro.) En esta ambientación leí unas líneas sobre la primera función de cinematógrafo que se dio en nuestra ciudad. Acaeció en el Teatro Principal el seis de octubre de 1896, con la sala llena... Cerré el libro y lo coloqué (al polvo lo que es del polvo) en la estantería, y dándole sentido al acto en medio del vuelo de una mosca, traté de imaginar... cómo sería aquel cine.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Inducido quizás porque ese mismo día recibí un correo con la novedad editorial de Quorum que se intitula Los Espectáculos Visuales del Siglo XIX y subtitula El Pre-cine en Cádiz, terminé yendo al cine, al centro. Al lado de la sala, sobre un cristal roto remendado con cartones se leía «Rómpase en caso de incendio» (...cómo sería aquel cine). Empezó la pre-película y en un momento dado se vino la pantalla a blanco. Éramos seis, otro matrimonio, dos chavales y nosotros, nos mirábamos. A los cinco minutos bajé, se había ido una lámpara, «En cinco minutos está». A los diez minutos subió el taquillero portero acomodador (...cómo sería aquel cine), venía de octubre de 1896, «Que no hay lámpara». Pretendía firmar las entradas para repetir la experiencia otro día. Quizás el elemento del siglo XXI es que los chavales querían los ocho euros que se habían gastado en palomitas y cocacola («¿De qué me voy a comprar esto si no voy a ver una película?»). Cuando son otros los que te tocan el contenido del escroto, se merma mucho la capacidad de imaginar.