LA GLORIETA

El efecto dominó

No sé si serán meras coincidencias o hay alguna razón aberrante detrás de las desapariciones continuadas de niños y adolescentes que en los últimos meses se están sucediendo en nuestro país, pero creo que a nadie se le escapa que son demasiadas las familias en busca de una respuesta prácticamente al mismo tiempo. Me pregunto si en esta cadena de desapariciones tiene algo que ver la influencia de los medios. Hay expertos que apuntan a cómo las mentes retorcidas encuentran inspiración en los actos de otros; a cómo ven en la prolija crónica negra que inunda los informativos, todo un manual de cómo llevar a cabo sus particulares aportaciones a la galería de los horrores.

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Como periodista debería defender, como el Quijote a su Dulcinea, la libertad de expresión -pobrecita mía como la sobamos y que poco la respetamos-, pero mi sentido del corporativismo va dirigido hacia la lucha contra las desigualdades y las injusticias dentro del gremio y no a defender capas y espadas porque sí. Quizás es hora de hacer una parada en el camino periodístico y dejar de ser aprendices policiales. Ahondar menos en cada caso por culpa de una competencia atroz por sacar más información que nadie y lucir medallas a costa del dolor de otros. Quizás escudriñar tanto en las causas y en el móvil de un crimen, en cómo se esfumó un buen día un menor o cómo una mujer miró por última vez a su amante asesino, tiene poco de interesante para formar a la opinión pública y mucho de morbo insano.

No seré yo, que escribo a diario vigilando que el amarillo no tiña mi página, quien lance ninguna piedra acusadora. Sólo pretendo buscar en mis quizás un porqué a tanta demencia humana.