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Pánico en el cielo
El Ejército hebreo hace saltar todas las alarmas en Jerusalén al probar un misil con capacidad nuclear y alcance suficiente para atacar a Irán
Actualizado: GuardarJerusalén es una ciudad donde uno sale el domingo a por el pan y no puede pasar del portal porque La Policía hace con sus robots prácticas de desactivación de explosivos en plena calle. Una ciudad donde la gente sabe cómo suenan las sirenas de guerra y hacia dónde hay que correr si se disparan. Pero el jueves, a muchos se les cortó la respiración al ver cómo un misil de potencia imponente surcaba el cielo de Israel. Alerta roja. Hubo reacciones de pánico hasta que la radio pública re- veló, a las diez horas, que era el propio Ejército hebreo el que había lanzado el proyectil, identificado por la emisora como Jericó III, para probar sus capacidades. Un misil con capacidad para trans- portar en su cabeza una tonelada de carga no convencional -léase nuclear, química y bacteriológica-, y con un alcance de 4.500 kilómetros. El triple que su inmediato antecesor, el Jericó II. Más que suficiente para golpear a Irán.
No sólo la población de Israel pudo avistar la prueba. Sin importar los riesgos de un infarto colectivo, el Gobierno eligió la mañana transparente de anteayer para que, desde los más alejados puntos del país, sus ciudadanos pudieran verificar «el fascinante y secreto mundo de sus habilidades militares», que decía el rotativo Yedioth Ahronoth. Pero también para que desde el espacio, el mar o las colinas vigías los vecinos árabes y persas tuvieran cumplida cuenta de que el Estado judío está «en primera línea». «El striptease que Israel llevó a cabo ayer es una señal clara: aquellos que juegan con los Shihab y los Ashura (misiles balísticos de Irán) y los planes nucleares, deben saber que no están solos en el terreno de juego. Las aventuras tienen un precio. También se conoce como persuasión», interpretaba, con indisimulada complacencia, el analista Alex Fishman desde las páginas del mismo periódico.
No en vano, la doble demostración de poderío que supuso el test del Jericó III -para confianza de los propios y para temor de los ajenos-, se producía un día después del fin de la visita de Bush a Oriente Próximo, centrada en cercar a Teherán. Y la misma semana en que el primer ministro, Ehud Olmert, proclamara en el Parlamento que Israel está dispuesto a todo para parar al régimen de los ayatolás. «No descartamos ninguna opción», aseguraba.
«No se atreverán»
A juzgar por la reacción, Mahmud Ahmadineyad recibió el mensaje del jueves tal y como Israel esperaba. Como una amenaza. «No se atreverán a atacarnos. La entidad sionista, criminal, terrorista y hostil a la humanidad está en camino hacia la desaparición», advertía el dirigente ultraconservador en declaraciones a Al-Jasira desde Teherán.
Ayer, todas las voces oficiales se esforzaban en difundir que la prueba fue un rotundo éxito. «Cualquiera que vea lo que pasa en Israel, entenderá lo que tiene que entender», señalaba un alto oficial de seguridad. Y en la calle, se entiende que Israel está aprovechando este tiempo de tensión fría para prepararse para una guerra: en todos los buzones, por la televisión, se despliega estos días una campaña para aprender a protegerse en caso de un ataque con misiles. Con razón, anteayer, Jerusalén se paralizó de miedo.