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Editorial

Remedios a la crisis

La comparecencia ayer del presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, ante el Congreso estadounidense no sirvió para contener la caída de las Bolsas, lo que prueba las dificultades que encuentran las autoridades económicas tanto para remediar una crisis financiera que se prolonga como para que sus propuestas permitan devolver la confianza a los mercados. Bernanke urgió la adopción de un plan de medidas inmediatas y de alcance temporal que estimulen la economía, lo que en el caso de Estados Unidos significa tanto como frenar los primeros síntomas de recesión que han aparecido ya en indicadores como el retroceso de la construcción a niveles de principios de los 90.

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Las manifestaciones del responsable de la FED anticipan la posible reducción de la presión fiscal por parte de la Administración Bush para tratar de incentivar el consumo y evitar un mayor recorte en las previsiones de crecimiento, sometidas a unas amenazas que repercuten sobre la economía mundial. Pero lejos de enviar un mensaje tranquilizador al sistema, la incongruencia que supone esa intervención con respecto a los presupuestos teóricos de los republicanos y el temor sobre la entidad de la crisis que desprenden las palabras de Bernanke han transmitido a los mercados una nueva inyección de pesimismo. Los acusados altibajos en las Bolsas reflejan el endiablado problema al que se enfrentan los gobiernos y las instituciones monetarias, obligados a responder ante una crisis financiera cuyas consecuencias no se pueden diagnosticar aún con claridad. Bernanke dejó ayer abierta la puerta a una nueva bajada de los tipos de interés en Estados Unidos, lo que constituiría ya una presión difícilmente soportable para la férrea política antiinflacionista del Banco Central Europeo. Pero aun cuando éste optara por abaratar el precio del dinero a partir de ahora, los efectos reales de la medida podrían tardar en percibirse varios meses, lo que cuestionaría la eficacia de las instituciones para reaccionar diligentemente ante las evidencias de desaceleración económica. Este contexto tan voluble aconseja reforzar, aunque sea tardíamente, las acciones concertadas entre los responsables de la UE y las principales economías europeas, de las que no debería quedar excluida la española.