MEMORIAS DE LA FRONTERA

La mujer del bigote estuvo en Jerez

La mujer cejijunta del bigote y las trenzas, la del huipil de colores y la falda larga que pareciera una bata de cola anocheció en Jerez de la Frontera, bajo un chaparrón, el pasado viernes. La niña de la polio, la joven accidentada, la mujer de Diego Rivera, la surrealista que no pintaba sus sueños sino su realidad, la comunista, la libertina, la cruel, la sufridora, la que dejó escrito en la última página de su diario aquello de «espero que la marcha sea feliz y espero no volver». Frida Khalo vivió de nuevo entre nosotros, lo hizo durante dos horas, en un espectáculo con sabor flamenco y acento universal que a nadie dejó indiferente.

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Khalo Caló, una producción conjunta de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco y Valkiria Producciones, la empresa de la psicóloga Pepa Caballero que se dejó fascinar por el universo del muralista mexicano y de su esposa antes de que Salma Hayek la interpretase en la pantalla grande, recrea ahora el mundo y la biografía de la artista mexicana, con un cierto regusto a Broadway en sus espléndidas coreografías, y un cara a cara entre la música y el teatro: «Frida -afirma la productora-. es como una mantis religiosa, que te come y te puede con un cuadrito de veinte por veinticinco mientras que su amante era capaz de pintar metros y metros de murales maravillosos».

El bailarín Amador Rojas asume con algo más que convicción el papel estelar: su Frida es frágil y apasionada, rotunda y sensible, en absoluto sobreactuada y absolutamente verosímil por mucho que el mundo mexicano y el flamenco resulten frecuentemente antípodas.

«Para qué quiero mis pies si tengo alas para volar», proponía Frida y él asume en gran medida esa sentencia a la hora de rubricar una danza que refleja poderosamente las carencias originales de la creadora mexicana, pero también su espíritu etéreo, indómito, volátil. En conseguirlo ayuda, considerablemente, la coreografía de Rafael Esteve, que firma también la dirección artística del espectáculo.

A lo largo de esta puesta en escena, el público asiste fascinado a un accidente de tráfico y a un embarazo que no pudo ser bajo el riguroso compás de un góspel maravillosamente interpretado por Lalah Domínguez. De Chicago a Nueva York o París, la aventura personal y cosmopolita de la protagonista del montaje se resuelve con una colección de músicas mestizas en donde el jondo lleva la voz cantante pero no la exclusiva.

En el elenco, también forman filas Antonio El Choro, Ana Morales, Eduardo Guerrero, María Moreno, Christian Lozano y Encarnación López, al baile, con las voces de Roberto Chamorro El Roto e Inma La Carbonera. El actor Alejandro Peña encarna la figura de Diego Rivera, que se convierte en narrador de sus mutuos encuentros y desencuentros.

El cuerpo musical incorpora la presencia de Eugenio Iglesias, Paco Iglesias, Agustín Diassera, Alejandro Cruz y Ángel Morillas: «Le he pedido a los músicos que hagan músicas, les he contado la historia y les he pedido que me lo cuenten en su lenguaje, con la música, con la danza, con el cante», recalca Pepa Caballero, en gran medida alma y trasunto de este viaje trasatlántico que renueva considerablemente el lenguaje de la escena flamenca actual, aunque puedan percibirse ecos del trabajo de María Pagés o de Israel Galván. Pero el acento último, como reconoció el respetable puesto en pie, es personal e intransferible.