BORROKA. Óscar Jaenada, ropa de monte y gesto desafiante, se pateó herriko tabernas para preparar su personaje de etarra. / LA VOZ
Cultura

Estampas vascas

La campaña electoral obliga a Gutiérrez Aragón a retrasar el estreno de 'Todos estamos invitados', el primer largometraje de ficción sobre la realidad cotidiana de los amenazados por ETA

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El mismo día en que Manuel Gutiérrez Aragón daba el primer golpe de claqueta a Todos estamos invitados, ETA robaba 350 pistolas en Francia. «Ese día comprendimos que la tregua era dudosa. La película se ideó antes de que la banda proclamara el alto el fuego permanente, se escribió en periodo de paz y durante el rodaje se sucedieron las manifestaciones por De Juana Chaos. En los últimos días, la tregua saltó por los aires. La película ha atravesado todas esas situaciones políticas, pero siempre ha sido la misma».

Manuel Gutiérrez Aragón (Torrelavega, 1942) estrena el 28 de marzo su «testimonio sobre el terror», el primer largometraje de ficción que se acerca a la realidad cotidiana de los amenazados por ETA. El autor de títulos fundamentales del cine español abandona el tono metafórico y poético de El corazón del bosque y Demonios en el jardín para «caer en todos los charcos» motivado por un «deber ciudadano». El filme, producido por Tele 5, iba a llegar a los cines este mes, pero la campaña electoral ha retrasado su estreno. «Me han dicho que ahora no conviene, como si una película tuviera fuerza para influir en la realidad», lamenta el cineasta.

El rodaje en San Sebastián ha empapado de verdad el celuloide. A Gutiérrez Aragón le conmovió encontrarse con Raúl Guerra Garrido y su sempiterno escolta. «Me regaló su último libro y siguió paseando. La vida cotidiana de un amenazado. Yo rodaba una historia semejante en un juego de espejos. Y me dio vértigo. Te dices: esto sucede, no lo he inventado yo». Un día, las vallas que protegían el rodaje acabaron de barricada en el Boulevard. «Hicimos nuestra contribución a la kale borroka ».

Perder la memoria

Los libros del periodista José María Calleja sobre las víctimas de ETA le han servido al director para dibujar el paisaje de fondo. Proporcionan el sustrato macabro de una historia que su director ha sacado adelante contra viento y marea: «Me dijeron que no era oportuno hacerla durante la tregua. Pero los atentados y los amenazados siguen ahí».

El filme entrecruza los destinos de un etarra y un profesor universitario. Josu Jon (Óscar Jaenada) resulta herido al saltarse un control de la guardia civil después de incendiar un camión. Una bala impacta en el lóbulo izquierdo de su cerebro y pierde la memoria. Ingresado en un hospital penitenciario a la espera de que decida el juez, lucha por recobrar su identidad. Las monjas que lo atienden le inculcan valores cristianos; los internos de la banda que cumplen condena en el centro le recuerdan que era un «valiente gudari» y que pronto se reincorporará a la lucha armada. Mientras tanto, Xabier Legazpi, un profesor amenazado por expresar sus opiniones sobre la situación en Euskadi (José Coronado), vive un idilio con una alumna italiana, psicóloga en el psiquiátrico donde se recupera el activista desmemoriado.

«El personaje de Josu está basado en un hombre real, una historia que me contó Juan Mari Bandrés sobre un etarra que perdió la memoria al resultar herido mientras cometía un atentado», revela Gutiérrez Aragón. «Ese hombre ya murió y me lo he traído a esta época. Cuando Jaenada me preguntaba si sabía o no, si recordaba o no, le decía que de todo un poco. Clínicamente había perdido la memoria, pero también había querido perderla».

Célebre por preparar sus personajes con enfermiza meticulosidad y vivirlos al límite, Jaenada se infiltró en círculos abertzales. Pateó herriko tabernas de la Guipúzcoa profunda, donde a veces le reconocieron, y perfeccionó su euskera con acento. El ganador de un Oscar por Camarón aventura «una película políticamente incorrecta para todos», opinión que suscribe el director. «Los políticos deben ser muy correctos, pero yo tenía que ser todo lo contrario».