POLÉMICO. Paul Burrell enviaba supuestas cartas secretas a Estados Unidos. / LA VOZ
Sociedad

«Todo está yendo demasiado rápido»

El abogado de Mohamed Al Fayed utiliza al mayordomo de Diana para ofrecer ante el jurado el relato de una princesa que ponía en peligro la monarquía y el dinero de la guerra

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Michael Mansfield, abogado de Mohamed Al Fayed en la investigación judicial que investiga las circunstancias de la muerte de Diana y Dodi, prometió el martes a Paul Burrell que desentrañaría el misterio sobre la fuente fiable que informaba a Diana de las conspiraciones contra ella.

Diana le apodaba Doctor Jarman y, además, tenía un confidente, Graheme Harking, que fue militar y le compraba teléfonos móviles y pagaba las facturas para evitar que sus números fuesen conocidos. ¿ Quién le decía que la reina iba a abdicar, que se iban a deshacer de ella y de Camilla, para que Carlos se casara con Tiggy Legge-Borke?

Mansfield merodeó por las páginas del libro de Burrell, donde supuestamente se revelaba el nombre de tan fiable fuente, pero la promesa de la víspera quedó en nada. Simplemente confirmó que Harking fue a Kensignton Palace alguna vez a detectar micrófonos.

Burrell regresó ayer a Estados Unidos, donde ahora vive, tras ser acusado de mentir en sus libros y al jurado sobre los documentos que guarda. También prometió enviar desde allí una carta que le envió Diana antes de morir.

Es una carta muy misteriosa, pero todo lo que rodea al mayordomo es un misterio de vodevil. Ayer explicó que, para tener los documentos en un lugar seguro, los enviaba a Estados Unidos. ¿De quién se protegía? Burrell explicó que ni Diana ni él se fiaban de nadie en las mansiones reales.

El juez Scott Baker le preguntó:

-¿Los enviaba por correo?

Burrell dijo que sí, desde la estafeta más próxima a su casa.

-Un tanto peligroso, tal como funciona el correo ahora, ¿no?, le dijo el juez.

Y la gente se rió. El mayordomo es un hombre que hace gracia o irrita. Cuando paseaba con sus asistentes legales por los enrevesados pasillos del tribunal, se paraba en cada puerta, la abría e intentaba ceder el paso a la mujer que le acompañaba. Que le empujaba levemente para que siguiera su camino y se olvidase de una vez de su servilismo.

Hombre-bastón

El abogado Mansfield, hombre de ideas socialistas, no desveló al agente secreto de las conspiraciones de Diana pero ayer usó al mayordomo para que le abriera la puerta y la sostuviese durante una larga hora, mientras él avanzaba ofreciendo al jurado la narración sobre cómo es posible que alguien sostenga que Diana fue asesinada por los designios del duque de Edimburgo y los servicios británicos de inteligencia.

Todo empezó con la publicación, en junio de 1992, del libro de Andrew Morton, Diana, su verdadera historia.

-Un libro extremadamente importante, ¿verdad?

-Sí, repuso el mayordomo, que sostuvo con monosílabos y breves confirmaciones, la puerta por la que avanzaba Mansfield hacia su destino.

El libro creó «un ambiente de rabia y hostilidad». Cintas grabadas por Diana y entregadas a un periodista del The Sun la retrataban como «un cordero conducido hacia el matadero» y a la familia real como «fría e insensible». Diana mintió, diciendo que no tenía nada que ver con el libro, aunque luego se demostró que era la inspiradora y fuente de información.

El duque de Edimburgo expresó gran hostilidad hacia el libro y la mentira. Fue convocada a dos reuniones con la reina y su marido, pero Diana no acudió a lo segunda.

-¿Cierto?

-Sí, es cierto.

En agosto, se publicó en los periódicos una conversación telefónica que Diana mantuvo con un amigo. Una intervención telefónica misteriosa y una conversación embarazosa. El primer ministro anunció la separación de Carlos.

En 1993 y 1994, Harding intentó varias veces encontrar micrófonos. En 1995, Diana dijo a su abogado, lord Mishcon, que le interceptaban los teléfonos y que iban a deshacerse de ella. Y en noviembre dio una entrevista en televisión. Habló de su matrimonio, de la influencia de Camilla, pero, más importante, según Mansfield, dijo que la veían como un «problema», pero que estaba «decidida a luchar hasta el final». También, que la monarquía ha perdido el norte y que Carlos no puede ser rey.

Terrenos minados

Un mes después, la reina le escribe para decirle que debe haber un divorcio, y que ha sido decidido por ella misma, Carlos, el primer ministro y el arzobispo de Canterbury.

-Fue la última en saberlo y no le gustó, apuntó el mayordomo.

«El empuje para marginarla continúa», remachó el abogado. Diana escribe a Burrell una nota diciéndole que planean un accidente de tráfico para deshacerse de ella.

Y, en 1997, abraza la causa humanitaria de la eliminación de las minas antipersonales. Con reacciones airadas del amigo de Carlos y diputado conservador, Nicholas Soames. Ella se ve secretamente con Tony Blair, líder de la oposición, y su asistente, Alistar Campbell, le dice que tiene el poder de recrear o destruir a la monarquía.

En verano, se va de vacaciones con Mohamed Al Fayed, rechazado por el establishment e, investigado por robo. Más alarmas. Va a Angola, a Bosnia, para seguir su campaña contra las minas. Y, al regresar entabla un romance con Dodi Al Fayed. El 30 de agosto no se sabe si ya se han comprometido.

Burrell habla con su ama por teléfono desde Irlanda y le dice:

-Todo está yendo demasiado rápido.

El mayordomo ya ha hecho su papel. ¿Un accidente de tráfico o la urgencia de matarla?

Michael Mansfield logró hace meses una victoria crucial en esta investigación. Que se celebre con jurado. Le escucharon ayer absortos el relato de Diana como heroína y mártir feminista.