LA PALABRA Y SU ECO

Sueños

No sé si por las noches algún sueño de grandeza invade la tranquilidad y el sosiego de nuestra Teofila. La perturbación del poder es tan mala, inesperada e inabarcable, que azuza las conciencias de los durmientes más profundos, hasta el punto de enajenarles o maldecirles con el insomnio crónico. Nos consta que otrora quiso ser ministra de algo importante y que su entonces jefe de filas la convenció de que se quedara en la alcaldía de su milenaria ciudad que, al fin y al cabo, había salido elegida directamente por unos votantes que tenían a sus espalda la tradición más antigua y arraigada de la democracia española. Nuestra ayuntadora se conformó por un momento, pero pronto le vinieron repentinamente las ganas de ser más, y volvió a mirarse como Blancanieves en el espejo para preguntarse qué le faltaba a ella que tuviesen los demás.

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Allí se apuesta, se puja, se negocia, se miden fuerzas, se juega, se farolea, se cambia, se vende, se amenaza y se dice aquí estoy yo. Si no, por muchos votos directos que exhibas en la urna municipal te puedes quedar para vestir santos, aunque sea a lo grande, en el Vaticano y de embajador, como el coruñés Vázquez.

No sé si le habrá pedido por lo bajini a Rajoy figurar o encabezar la lista por Cádiz en los próximos comicios, porque como está el patio, lo que faltaba. Al cabreo de Gallardón y la rabieta de Aguirre, la exigencia de Martínez, con los dos brazos en jarras y en actitud amenazante, remedando a su hércules gaditano entre los leones del Congreso.

La verdad es que la razón esgrimida por sus compañeros de partido ante las gallardonescas aspiraciones de que la función de regidor es incompatible con la de diputado no casa con el ejemplo de nuestra edila. Dicen las malas lenguas que Gallardón bien podría encontrar un sitito en las listas socialistas. No lo creo, porque si no esto sería ya un cachondeo. ¿Se imaginan a Teófila con una pataleta y compartiendo lista, por despecho, con Rubalcaba?

Todo podría pasar si el poder de Morfeo se apoderara de su ser, y en uno de sus sueños se viera a sí misma, no con el bastón de mando local, sino ocupando plaza en Moncloa. ¿Se imaginan que un arrebato, como una posesa, acabara llamando a las puertas de San Antonio? Al menos -también tenemos los demás derecho a soñar-, dejaría por un ratito el Ayuntamiento y a los Rajoys, Acebes y Zaplanas le daría un síncope, de momento.