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Opinion

Efectos de largo alcance

El fuerte desplome con que han iniciado el año las Bolsas mundiales constituye uno de los síntomas más nítidos y preocupantes de las consecuencias para los mercados internacionales de la crisis de las hipotecas basura desatada en EE UU en agosto. El temor creciente a que la economía estadounidense entre en recesión desencadenó las fuertes pérdidas registradas el martes, aunque esa caída tan pronunciada no sólo supone un efecto esperable de la inestabilidad que viene sacudiendo el sistema financiero en los últimos cinco meses. Refleja, sobre todo, las dificultades que persisten para calibrar y cuantificar el alcance real de la crisis crediticia derivada de las prácticas de alto riesgo desplegadas en el sector inmobiliario norteamericano; crisis que la OCDE ha calculado provisionalmente en 202.000 millones de euros y que ha provocado un reguero de malos resultados en entidades bancarias tan poderosas como Citigroup. El problema al que se enfrentan los mercados es que lo que se conocen son los efectos de la zozobra económica pero no las dimensiones de la misma, lo que prolonga las turbulencias más de lo previsto e incentiva una incertidumbre que conduce a previsiones cada vez más pesimistas. Prueba de ello no son sólo los índices bursátiles, que ayer volvieron a resentirse, sino también evaluaciones como la que acaba de ofrecer la Agencia Internacional de la Energía, que mantiene sus expectativas sobre la demanda de petróleo para 2008 pero advirtiendo de que las puede revisar ante el peligro de recesión en EE UU.

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La merma que el sistema financiero está sufriendo en su credibilidad, después de que ninguna de cuyas instituciones de control previera la crisis que iba a causar el estallido de las hipotecas subprime, entorpece la identificación de los riesgos que pueden permanecer latentes para la economía mundial e incrementa la sensación de inseguridad sobre su evolución. La necesidad de reactivar el crecimiento aboca a bajadas en los tipos de interés y una contención en los precios del crudo, asumiendo que persistirá la volatilidad bursátil. Pero sería aconsejable que los distintos gobiernos y las instituciones monetarias internacionales arbitraran medios para reforzar la transparencia en los mercados bancarios y cuidar la información que proyectan, a fin de despejar los interrogantes.