A LA DEFENSIVA. Un soldado israelí vigila a un grupo de palestinos detenidos tras un ataque contra un asentamiento judío en Hebrón. / AFP
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El ultra Lieberman deja el Gobierno de Israel en protesta por el proceso de paz

Ehud Olmert mantiene su Gabinete pendiente de la retirada del Shas, que le obligaría a adelantar las elecciones

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La cómoda, segura y paralítica coalición de Gobierno israelí con la que el primer ministro, Ehud Olmert, ha sorteado durante los últimos quince meses el fantasma de unas elecciones anticipadas empezó a resquebrajarse ayer con la renuncia del partido ultranacionalista Israel Beitenu. A pesar de los ruegos de George W. Bush para que no diera este paso, su líder y ministro de Asuntos Estratégicos, Avigdor Lieberman, confirmaba por la mañana su dimisión y la retirada del Ejecutivo de su grupo de once diputados en protesta por la inclusión desde el lunes en las conversaciones de paz con los palestinos de los asuntos esenciales del conflicto: el estatus de Jerusalén, las fronteras y la cuestión de los refugiados. «Todo el mundo sabe que ese proceso no conducirá a nada -decía-. Cualquier negociación sobre la base de paz a cambio de territorios es un grave error que no puedo entender. Y que nos destruirá».

La espantada de Lieberman -anunciada aún antes de la Conferencia de Anápolis, cuando ya amenazó con el abandono si se ponían sobre la mesa los asuntos de fondo- socavaba ayer la holgada mayoría en el Parlamento de 78 escaños sobre 120 de la que ha disfrutado el Ejecutivo, pero sin poner en peligro, de momento, la continuidad en el poder de Olmert. A su disposición quedan ahora 67 diputados. Aunque pendientes del movimiento del otro socio ultranacionalista, el Shas de Eliyahu Yishai, que ha advertido con seguir los pasos del Israel Beitenu y suprimir «inmediatamente» el apoyo de sus doce representantes en cuanto su líder espiritual, el rabino Ovadia Yosef, crea que la división de Jerusalén se discute con los palestinos. De consumarse los anuncios del Shas, sobre el papel, Ehud Olmert se quedaría con una minoría de 55 legisladores, insuficientes para llevar a cabo el proceso de paz en que se ha embarcado, y que por tanto le abocarían a la dimisión o a la convocatoria de unos comicios adelantados, que, según todos los sondeos, ganaría el jefe opositor del derechista Likud, Benyamin Netanyahu, garantía del fin de todo tipo de conversaciones con los palestinos.

Deserciones

Desde sus filas, ayer se espoleaba intensamente animando a las anunciadas deserciones del Shas como un paso para que sus miembros «no parezcan poco fiables y queden como un estropajo».

No obstante, el primer ministro de Israel aceptaba sin poner obstáculos la marcha de Lieberman y los suyos, sabedor de los riesgos en cadena que le acechan, pero también de que se ha quitado de en medio un dolor de cabeza. Con la vista puesta ya en el inicio de contactos con otros grupos, -el ortodoxo Judaísmo de la Torah, con 6 diputados; y el pacifista Meretz, con 5-, los colaboradores de Olmert aseguraban ayer que no habían tratado de retener al jefe del Israel Beitenu «comprándole con promesas políticas». «Con todos los respetos, no vamos a detener el proceso de paz por él, este Estado tiene compromisos internacionales, y prometimos a Bush promoverlo No vamos a cambiar nuestros planes sólo para aplacar a Lieberman», añadían.

Incorporado al Gobierno en noviembre de 1996, Avigdor Lieberman se ha forjado a lo largo de su trayectoria política fama de fascista y racista, que abonaba en su despedida al advertir de que su problema no es «con los palestinos, sino con los árabes israelíes», un 20% de la población del Estado judío. Hace unos meses, ya se declaró partidario de hacer de Israel un nuevo Chipre, dividido entre chipriotas griegos y turcos, para llevar a cabo una separación entre judíos y árabes. Ayer insistía: «Si volvemos a las fronteras de 1967, ellos (los árabes israelíes) exigirán la ciudadanía palestina, y seguirán recibiendo la ayuda social del Estado de Israel mientras reclaman la autonomía de Galilea y el Negev No lo toleraremos».