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LOS PELIGROS

Quince meses de atascos

Sólo quien gobierna contando con la acostumbrada resignación gaditana puede permitirse presentar, sin dar otra alternativa que la de aguantarse, la obra de ampliación de un aparcamiento y creación de otro que va a cortar al tráfico una de las dos entradas al casco histórico de Cádiz durante quince meses. Así, después de sesudos estudios, alguien que debe conocer bien la ciudad ha decidido que esos vehículos privados que antes se desviaban por la avenida del Puerto se sumen ahora, con las obras, a los que ya colapsan diariamente el Campo del Sur. No hay que ser adivino para temblar ante la que nos viene encima. Y la situación es especialmente grave porque ni lo que ganamos con esos aparcamientos justifica ese sacrificio, ni el Ayuntamiento aporta gran cosa para suavizarlo.

MANUEL J. RUIZ TORRES
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De los dos aparcamientos, el nuevo de la plaza de la Hispanidad, con casi quinientas plazas y más apartado de la circulación principal, podía haberse ejecutado ahora, sin desbaratar el tráfico. La ampliación de Canalejas nos parece ridícula. Es un proyecto que, como suele ocurrir, se presentó muy ambicioso para quedarse en miniatura. Las más de 400 plazas anunciadas al principio por la alcaldesa, se redujeron a 240 cuando la Mesa de Contratación y Compras del Ayuntamiento adjudicó la obra a Interparking Hispania en junio de 2006, con una sóla planta por problemas técnicos con los niveles freáticos, frente a las 480 plazas, en dos plantas, que ofertaba la competidora Protomed, no sé si posibles pero cifra más cercana a las exageradamente optimistas previsiones iniciales. Esas plazas se redujeron, otra vez, a «un mínimo de 125» al firmar la alcaldesa la concesión, en diciembre de 2007. Así que, básicamente, se va a colapsar la ciudad por poco más de 125 plazas. Que ni siquiera resuelven la actual lista de espera de 200 abonos mensuales para Canalejas. Y, lo que es peor, supone hipotecar para uso privado ese terreno por cincuenta años, lo que hace inviable el proyecto más atractivo de soterrar el tráfico por ahí, consiguiendo un enorme bulevar que llegaría al mar cuando el puerto pueda liberar el Muelle Ciudad. Que la idea, aunque buena, fuera socialista parece que la condena al ostracismo. Esa cifra está también muy lejos de las plazas en superficie, estas gratuitas, que se han perdido en estos años de frenético amueblar la ciudad. Las últimas, al colocar en hilera, y no paralelos, los diversos contenedores de residuos.

Tampoco se dice cómo va a afectar a este problema el inicio de las obras del importante aparcamiento bajo la plaza Sevilla. Porque es de suponer que esa obra tan urgente, y que tanto se acusa a los demás de retrasarla, comience antes de estos anunciados quince meses de atascos.

El Ayuntamiento propone desviar por el interior del puerto el tráfico de coches oficiales, taxis y autobuses interurbanos, sin explicar por qué no siguen también por ahí los urbanos, condenados a acabar sus rutas en la (por remodelar) plaza Sevilla. De hecho, ante la inminencia de los atascos, no hay ninguna propuesta de reforzar el transporte público. Al contrario, se interrumpen o acortan líneas de mucho uso. ¿Cuánto tiempo empleará el autobús que circula por el Campo del Sur cuando se desvíen allí todos los tráficos?. La anunciada alternativa de crear una vía de entrada por Ramón de Carranza y otra de salida por San Juan de Dios, se ha quedado en abrir una ruta exclusiva para residentes. Esta nueva categoría social divide en dos a los gaditanos y aparta a los visitantes, en otra afortunada iniciativa de apoyo a la capital del comercio excluyente. Plantea problemas, no sólo a la policía local encargada de desenmascarar a los intrusos que circulen por donde no les corresponde. Si por residente se entiende quien esté empadronado en el casco antiguo, quedan fuera los miles de gaditanos que trabajan diariamente allí, o los que, por lo mismo, tienen a sus hijos en colegios de esa zona. Tampoco los residentes legítimos podrán ser visitados, por esta ruta, ni por familiares ni amigos ni clientes. Todos discriminados a ir andando o quedarse en el atasco. Y nos dirán que lo hagamos por Cádiz.