Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
LA PORVERA

Eras un pedacito de pan

Juan Carlos Ramírez Abadía, colombiano de 44 años, se confiesa devoto de la Virgen de Guadalupe, a la que llevaba flores y velas al Santuario cafetero de Chiquinquira, hasta que un día lo pilló la DEA y lo entrulló por ser el responsable de casi 200 asesinatos.

DANIEL PÉREZ
Actualizado:

Adolfito, un retaco medio alelado que había nacido unas décadas antes que Ramírez Abadía en Liz (Austria), tenía el mismo problema. Como era hijo bastardo de un aduanero borracho, los chavales le llamaban mierdecilla y le daban pescozones. Uno de sus compañeros de escuela fue Ludwig Wittgenstein, probablemente el filósofo más grande del siglo XX. «Lo único que recuerdo de él es que lloraba siempre que llegaba el último en las carreras», contaría después, cuando Adolfito pasó a llamarse Adolfo y sus delirios de grandeza le habían costado la vida a unos 70 millones de personas, millón arriba, millón abajo.

Augusta, la madre del narcotraficante, declaró a la prensa que no podía «distinguir» el momento en que su hijo «se había convertido en alguien capás de matar». Paula, la hermana del genocida, confesó en a sus íntimos en los años 40 que a baby Hitler le asustaba la oscuridad, los perros, los coches y, sobre todo, un cinturón de corambre con el que a papá le gustaba cortar el aire algunos días de invierno.

La hijoputez -concluyo- casi siempre empieza así: con un chaval que teme llegar demasiado tarde a la meta y que, en un momento dado de su vida, decide que prefiere ser un cabrón a un imbécil.