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El terror y otros males

Los autores del atentado de Barajas planeaban la voladura de Azca, que es el complejo comercial y financiero más representativo del Madrid de las últimas décadas. Debería ser simbólicamente el gran castigo a la capital del Estado. Si la masacre del 11-M había supuesto el martirio de la población trabajadora, el proyecto que acaba de ser sofocado por los servicios de seguridad, tenía la pretensión de dirigirse a los poderes del sistema. ETA trataría de fundir en una sola y bárbara acción la capacidad criminal que demostró con el atentado de Hipercor y la eficacia tecnológica de la demolición del T-4.

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La eficacia demostrada por la Guardia Civil al desmontar esta terrorífica operación ¿estará siempre garantizada? Esta es la inseguridad a la que nos ha conducido el entreguismo de Zapatero y sus monsergas sobre la paz. Y, a pesar de todo, ha seguido reafirmándose en estos últimos tiempos en su voluntad de repetir las negociaciones con ETA en el caso de que consiguiera formar gobierno después de las elecciones de marzo. Ni las montañas de ruinas que sepultaron las vidas de dos ciudadanos ecuatorianos, ni el asesinato de los dos guardias civiles en Capbreton, ni las extorsiones a empresarios vascos, que nunca dejaron de hacer los servicios civiles de ETA durante todos estos años, han servido para modificar la suicida estrategia de Zapatero.

Sin embargo todo este discurso sobre la política antiterrorista del Gobierno de Zapatero deberá quedar excluida de la campaña electoral. Para los socialistas insistir en ello es prueba de negativismo y catastrofismo. La batalla por el poder deberá librarse en torno a los verdaderos problemas a aquellos que realmente sienten los ciudadanos como si el futuro de la Nación y los problemas del Estado (de los que no puede desvincularse el terrorismo) fueran naderías. Los nacionalismos y su versión más criminal que es ETA no sólo están suponiendo una desestabilización institucional sin precedentes sino que están llevando el discurso político y cultural a la degradación. Quiero decir que si los servicios de seguridad del Estado nos han librado de una inmensa carnicería al matar en su origen el atentado de Azca ¿a qué o a quién deberemos recurrir para impedir la perversión moral en la que estamos?