Programas de rigor
La convocatoria oficial de los comicios generales del próximo 9 de marzo da paso hoy al tramo final de una larga etapa preelectoral que, en realidad, ha condicionado la legislatura desde el escrutinio del 14 de marzo de 2004. El comportamiento de los votantes aquel día estuvo tan influenciado por la conmocioón de los atentados del 11-M que la excepcionalidad del momento y la implacable confrontación entre los dos grandes partidos acabó convirtiendo estos cuatro años en un período de inusitada crispación política. Sin embargo, los dos temas que acapararon la discrepancia durante la legislatura han cedido buena parte del espacio que ocupaban a la proliferación de alternativas programáticas que permitirían afrontar las próximas elecciones generales en un clima de mayor normalidad y madurez democrática. Desgraciadamente, a ello ha contribuido la voluntad inequívoca del terrorismo etarra por perpetuarse, malogrando las posibilidades exploradas con excesivo voluntarismo y un ánimo marcadamente unilateral por el presidente Rodríguez Zapatero.
Actualizado:Las distintas formaciones, y en especial los socialitas y populares, están protagonizando una precampaña en la que las propuestas y compromisos programáticos han adquirido una relevancia sin precedentes en relación a convocatorias anteriores. Pero tan esperanzador tránsito del trazo grueso de la confrontación extrema a la exposición matizada de alternativas sectoriales, desgranadas día a día, exige de quienes las formulan un mínimo de rigor y de coherencia para evitar que la liza electoral acabe convirtiéndose en una subasta de ocurrencias. Competir electoralmente a base de exenciones fiscales, coberturas públicas o reformas legislativas de alcance social entraña una responsabilidad que los partidos políticos no pueden eludir endosándosela a las necesidades propias de una campaña mediática. Y si en algún tema resulta necesario apelar a la responsabilidad, sobre todo, de las dos formaciones que se disputan la presidencia del Gobierno es en cuanto a su posición ante los problemas de la economía. Faltan ocho semanas para las elecciones. Un tiempo que en absoluto resulta inocuo a la hora de ofrecer a la ciudadanía una visión realista pero también positiva de las vicisitudes y fortalezas en que se mueven nuestras expectativas de crecimiento. El gobierno puede desperdiciar un momento de tanta responsabilidad, acuciado por la necesidad de presentar un balance autocomplaciente.