LECHE PICÓN

Habemus himno

Hace ya muchos años -cuando yo era un niño, figúrense-, en el Colegio de La Salle, entonces en la Alameda Cristina, antes de entrar en clase formábamos todos en el patio, en fila y con el brazo derecho sobre el hombro del chavalote que nos precedía. Entonces, a la orden del lasaliano de turno, entonábamos una letra del himno español que comenzaba así: «La Virgen María, que es nuestra protectora y nuestra defensora, no hay nada que temer...». Como el curso escolar se desarrollaba en gran parte en invierno, ni les cuento el frío que pasábamos algunas mañanas cantando el himnito dichoso, trémulas las voces y tiritando bajo el jersey azul. Por eso, tal vez, le cogí tirria a la letrita aquella que hablaba de la Virgen y, al final, del demonio, al que se le declaraba guerra abierta. Je.

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En estos días, después de largo y sesudo debate, ha habido fumata blanca y habemus himno. Eso sí, muy al estilo de Manolo Escobar, con el «Viva España» y todo, aunque sin el «porrompompero», a Dios gracias. Es una letra no oficial, por supuesto, porque el concurso de ideas de marras lo ha convocado el COE y no el Gobierno -si no me equivoco, que no estoy yo muy al tanto de la actualidad- , pero lo importante es que ya existe una letra para la Marcha Real para que Manolo el del bombo y restantes zangolotinos puedan hinchar las venas de sus rollizos cuellos y gritar a todo trapo la letra del himno en los prolegómenos de los partidos de la selección. Porque eso es lo curioso, que todo el debate sobre la necesidad de que el himno de España tenga o no letra se ha producido después de observar cómo los aficionados de otros países -como, por ejemplo, Francia e Inglaterra- chillaban como posesos entonando las letras de sus respectivos himnos mientras nosotros, pobres españolitos, teníamos que conformarnos con tararear, a los compases de la marcha, un repetido «la,la,la...» cual si quisiéramos ser émulos de la oronda Massiel en el desgraciado concurso europeo. Es decir, que ha sido el fútbol, siempre el dichoso fútbol, el que ha impuesto la letra del himno. Hay que joderse.

Lo más gracioso de todo han sido las reacciones de nuestros políticos, como si el temita fuese cuestión de Estado. Así, la señora De la Vega, Vicepresidenta del Gobierno, ha dicho que la letrita de marras requiere «un amplio consenso». Como si fuera una Ley Orgánica, vamos. El señor Zaplana, por su parte, ha pedido «sosiego» al tratar el asunto, como si estuviéramos todos al borde de un ataque de nervios. La señora Calvo, ministra de Cultura para nuestra desolación, ha dicho que la letra «es antigua», tan moderna como es ella vistiendo los modelitos de la esposa de Pedro Jota. Y al fin, el señor Llamazares, posiblemente el mayor zascandil de todo el panorama, ha comparado la letra con versos de Pemán, descubriendo, por tanto, sus aficiones literarias.

Yo, por mi parte, estoy como un niño con zapatos nuevos y deseando poder bajarme la letra a mi móvil. Porque resulta que he conseguido el número de teléfono de Carod Rovira y, en cuanto la tenga, les juro por mis muertos que no pienso dejarlo ni dormir, al muy bellaco. Que se vaya preparando, por la gloria de Cotón.