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Editorial

Renovar actitudes

El Comité Federal del PSOE tomó ayer la delantera en la confección de las candidaturas que concurrirán a las elecciones del próximo 9 de marzo con una reunión de trámite que, sin duda, quiso dar muestras de cohesión interna. El gran reto que afrontan los socialistas ante los comicios generales es el de la movilización de quienes optaron por votarles en anteriores citas. Para a ello, evitar una liza interna a la hora de elaborar las listas constituye una necesidad de partida. Pero nunca podrá ser una condición suficiente. La vida partidaria se mueve en órbitas alejadas de aquello que más interesa a la ciudadanía. Y si bien la imagen de unidad o de franca disciplina ofrecida por los socialistas puede brindar a sus potenciales votantes la confianza mínima que estos precisan, resulta más dudoso que las razones que han llevado a la dirección del PSOE a situar unos nombres u otros en las candidaturas contribuyan a acortar la distancia con su electorado. La apreciable renovación en quienes encabezan las planchas electorales, el incremento de candidatas hasta un 49%, o el aumento de los menores de treinta años con posibilidades de salir constituyen datos de interés que la opinión pública puede valorar positivamente. Pero la vivencia partidaria de la incorporación de savia nueva o de la paridad está tan sujeta a criterios internistas y a equilibrios de poder que no siempre son recibidos por la ciudadanía como gesto de apertura a la sociedad.

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Las condiciones sin duda sorpresivas en las que José Luis Rodríguez Zapatero llegó a la Moncloa en marzo de 2004 contribuyeron al afianzamiento de un liderazgo absoluto que, a lo largo de la legislatura, restó protagonismo tanto a los demás miembros del Consejo de Ministros como a los dirigentes socialistas, tanto nacionales como autonómicos. La incorporación de todos los ministros a las listas electorales pretende sin duda corregir los efectos de tan arriesgada inclinación. Es verdad que los comicios generales se dilucidan en torno a la figura del candidato a la presidencia del gobierno. Pero la impronta unipersonal de Rodríguez Zapatero no parece ser suficiente garantía para la movilización de unas bases de afiliación y electorales que, como ocurre en cualquier otro partido, necesitan sentirse cómodas especialmente ante una convocatoria a las urnas. Ayer mismo Rodríguez Zapatero reiteró su mensaje de que el PSOE es el partido que mejor representa a España, «porque somos como la mayoría y porque somos para la mayoría». Una afirmación excesiva que podría incurrir en un afán hegemonista y en una disposición a prescindir de los demás, que es sin duda el aspecto más criticable de su conducta política durante la legislatura. Una legislatura tras la cual cabe concluir que la renovación que requiere la política española no es tanto de listas como de actitudes.