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Opinion

A José Blanco

Muy señor mío: Cuando tuve noticia de la convocatoria por el cardenal arzobispo de Madrid de la celebración de la fiesta de la Sagrada Familia en Madrid, decidí acudir a la concentración programada. Pero como soy hombre meticuloso y prudente, por si la convocatoria no reunía todas las características que la legislación vigente exige, repasé cuidadosamente la Constitución Española. En principio me quedé tranquilo, pues reconoce como derechos fundamentales de los españoles el de reunión, manifestación (art. 21), libre expresión de las opiniones (arts. 16 y 20). Me quedó una última duda ya que estas manifestaciones pueden ser prohibidas por la autoridad. La personalidad del convocante me tranquilizaba.

Federico Díe Cortés
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En la plaza de Colón me encontré con una numerosísima concurrencia, con policías que cortaban el tráfico y vigilaban la buena marcha del acontecimiento, con lo que quedé definitivamente tranquilo. Sin embargo, de vuelta a casa me entero por la prensa que usted nos acusa de haber transgredido la Constitución. Esto me ha provocado una gran intranquilidad, pues ya he dicho que soy ciudadano prudente y cumplidor de la legalidad. Por si acaso y como favor personal, para mi tranquilidad y para actuaciones futuras le rogaría que me aclare qué artículo o disposición constitucional he, o hemos, transgredido. Me resulta necesario pues sé que la Constitución tiene varias interpretaciones, o lecturas como les oigo decir a ustedes, y no quiero reincidir en incumplimientos.

Sepa que de no hacerlo debería usted ser condenado por la histórica acción de jactancia a la pena de callamiento perpetuo y a no echar sobre espaldas inocentes la carga de una norma tan importante como la Constitución.