DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

Un entretenimiento demasiado peligroso

El caso de Rocío Vázquez, la joven jerezana que resultó gravemente herida la pasada Nochevieja tras el lanzamiento de un artefacto pirotécnico que le impactó en pleno rostro, no es un caso aislado. En fechas concretas, como las navidades, se reproducen sucesos similares en todos los puntos cardinales de nuestra geografía sin que hasta el momento las autoridades, tan intervencionistas en otras cuestiones y acciones de los individuos, hayan movido un dedo por evitarlos. En Jerez, como en otras muchas ciudades, la banda sonora del mes de diciembre ha sido algo así como la de un bombardeo sobre Bagdad. Petardazos y más petardazos. No importaba la hora del día o de la noche. Cualquiera de ustedes puede haber percibido por el estruendo de las detonaciones que, en muchos casos, se trataba de algo bastante más importante que un simple petardito de feria. Lo sucedido en Los Albarizones da fe de ello.

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Dejando al margen cuestiones como la salud cardiaca y el descanso de los vecinos -que también, como no, hay que tenerlo en cuenta- el riesgo al que se han expuesto a diario cientos de personas, muchos de ellos menores y algunos otros adultos inconscientes, ha sido espectacular, y se antoja hasta escaso el balance de accidentes y heridos de mayor o menos consideración que ha dejado tras de sí esta peligrosa afición. Si tenemos en cuenta que sólo la Policía Local de Jerez, que ha hecho un gran trabajo, se ha incautado durante las fiestas de más de 22.000 petardos que se estaban vendiendo de forma ilegal en locales y domicilios particulares, pues ya me dirán.

El infortunio ha sobrevolado durante todos estos días nuestras calles y, finalmente, fue a cebarse con Rocío, cuya única culpa fue la de salir a la puerta de su casa a felicitar el nuevo año a los vecinos, minutos después de las doce campanadas. Como ella, en la localidad sevillana de Alcalá de Guadaira otra mujer ha perdido un ojo, y un niño varios dedos de una mano. Hace un año en la capital hispalense también se dio un caso similar en el que una señora que paseaba a su perro el día de Navidad recibió el impacto de un cohete que le ha dejado gravísimas secuelas.

Así las cosas, parece más que oportuna y justificada la batalla que quieren librar los abogados de todas estas víctimas de sucesos relacionados con petardos a través de una plataforma que exija a la Administración competente, la Junta de Andalucía, la prohibición radical del uso por parte de particulares de estos artefactos explosivos, al menos de dos de las tres categorías existentes en la actualidad. La intención es que los ciudadanos de a pie sólo puedan tener acceso a los productos menos dañinos dentro de esos tres niveles de catalogación, y el resto que sólo pueda ser adquirido por profesionales. La venta ilegal siempre existirá, pero de esta forma, al menos, será más complicado que cualquier menor o gracioso tenga acceso directo a juguetitos como el que le ha destrozado la cara a Rocío.

Tenemos un Gobierno nacional que a punto estuvo de catalogar al vino como una droga -afortunadamente Elena Espinosa fue invitada a dejar su cargo como ministra de Sanidad- que ha arrinconado a los fumadores y que le ha declarado la guerra a las hamburguesas. Es de suponer que, con estos antecedentes, no será mucho pedir que se ponga cerco a la venta de determinados petardos, auténticas bombas en miniatura, que han dejado ya tras de sí un buen reguero de desgracias.

Supongo que en Valencia me corretearían por escribir algo así, pero como por aquí no pasa el Turia me permito el atrevimiento. Puestos a prohibir, que no se nos olvide lo más peligroso, señores.