Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
RETIRADO. Recientemente confesó que «no encontraba el verso oportuno» . / LA VOZ
Cultura

Muere el poeta libre

Fallece, a los 82 años, Ángel González, el escritor, académico y premio Príncipe de Asturias que supo convertir la naturalidad y la ironía en los puntales de su genio creativo

Actualizado:

Las letras españolas se cubrían de nuevo ayer de luto por la inesperada muerte de Ángel González. El poeta, académico y premio Príncipe de Asturias de las Letras, una de las voces más lúcidas, claras y comprometidas de la poesía española del siglo XX, murió a los 82 años en la madrugada del sábado en Madrid, apenas 24 horas después de ser hospitalizado en la Clínica Moncloa a causa de una crisis respiratoria. Solidario poeta del compromiso, maestro de la generación del 50, mago de la sencillez y la naturalidad, los restos de gran poeta asturiano serán incinerados este domingo y sus cenizas trasladadas a su Oviedo natal.

En la capilla ardiente se sucedieron las muestras de condolencia y admiración. Por allí desfilaron, entre otros, amigos muy próximos como Luis García Montero, Joaquín Sabina, Almudena Grandes, Luis Antonio de Villena y Pilar Bardem. También el Ministro de Cultura, César Antonio Molina, viejo amigo del poeta.

«No confundo la poesía con la realidad; son cosas distintas», afirmaba este grande de la poesía española y uno de los más reconocidos de la denominada generación del medio siglo. «Mi poesía aspira a reflejar la realidad y ser una reflexión sobre ella», solía precisar el académico y laureado poeta cuya salud fue siempre frágil y «muy mejorable», sin que hiciera temer por su vida.

El compromiso, la libertad y el amor marcaron la franca, directa y aparentemente sencilla poesía de González, quizá el más reconocido de una brillante generación de poetas sociales llamados José Ángel Valente, Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Claudio Rodríguez y José Manuel Caballero Bonald, renovadores como González de la maltrecha poesía española de posguerra.

Contra la dura realidad

Se aliaron con la palabra para luchar contra la dura realidad social y la insoportable grisura de la dictadura franquista. Su visión desgarrada del compromiso, la desolación y la desesperanza daría paso a una serena y lúcida madurez en la que el filtro de la ironía lo hacia todo más tolerable. Era factible expresar el fracaso desde una postura crítica y escéptica.

Muy reconocido en su madurez, Ángel González obtuvo en 1985 el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Se lo otorgó un jurado que destacaba cómo su poesía «sobrevive con paradójica ternura al escepticismo de esta época».

Una década después recibía el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el máximo galardón del género. También en 1996 se convertía en miembro de la Real Academia Española (RAE), institución que antes le había rechazado en dos ocasiones, y en la que ocuparía el sillón P, que perteneciera a Julio Caro Baroja. En marzo de 1997 leería su discurso de ingreso, Las otras soledades de Antonio Machado.Su primer poemario Áspero mundo (1956) fue accésit del premio Adonais. Afincado en Madrid en los años 60 da a la imprenta poemarios como Sin esperanza, con convencimiento (1960), Grado elemental (1962) Palabra sobre palabra (1965) y Tratado de urbanismo (1967).

Durante su residencia de dos dos décadas, en EE UU, por su docencia académica en la Universidad de Nuevo México, publica únicamente A todo amor (1988). Tras su regreso en 1993 aparecerían Lecciones de cosas y otros poemas (1998) y 101+19=120 (2000). Otoño y otras luces, aparecido 2001, fue su último poemario, publicado tras un largo silencio de casi una década.

Hijo de la represión

Nacido en Oviedo el dieciséis de septiembre de 1925 en una familia de clase media, la infancia de Ángel González Muñiz quedó marcada por la temprana muerte de su padre republicano y su adolescencia por la Guerra Civil, cruciales episodios ambos que dejaron una profunda huella en su obra y en su vida. Un hermano del poeta, Manuel, sería fusilado en León por los falangistas; el otro, Pedro, tomaría el camino del exilio y su hermana sufriría las represalias de los vencedores. «Fui larga y prematuramente adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas», precisó el poeta asturiano. Como ocurrió con Gil de Biedma, la tuberculosis que colocaría al joven Ángel González al bode de la muerte sería su puerta hacia la poesía. Mientras se recuperaba en Páramo del Sil, en la montaña leonesa, donde pasó tres años, escribió sus primeros poemas a mediados de los cuarenta, antes de trasladarse a Madrid, ya recuperado, en 1950.

Licenciado en Derecho, estudiante de magisterio y periodismo, se ganó la vida como funcionario de Obras Públicas, ministerio en el que ingresó a principios de la misma década. En excedencia a mediados de los 50, tras una estancia en Sevilla, se instala en Barcelona para trabajar como corrector de estilo en varias editoriales y trabar amistad con los poetas de Grupo de Barcelona; también con Gabriel Celaya.

En 1972 se estableció en Alburquerque (EE UU) como profesor de Literatura Española en la Universidad de Nuevo México, de la que había sido antes profesor invitado. El ambiente en aquella España era aún «irrespirable» para González. En 1979 viaja a Cuba para integrarse en el jurado del premio Casa de las Américas y conoce a Susana Rivera, con quien contraería matrimonio tras una larga convivencia.

Regresaba a España con frecuencia en aquellos años para pasar temporadas aquí, pero no se instalaría definitivamente de nuevo en nuestro país hasta su jubilación universitaria en 1993.