¿Dónde estabas tú en el 77?
Se publica una caja recopilatoria que hace un completo recorrido sonoro por la historia del legendario sello independiente británico Stiff Records
Actualizado:Pocos sellos discográficos pueden presumir de haberse estrenado en el mercado con el single So it Goes de Nick Lowe (canción y músico que se han convertido en hitos para los seguidores del power pop) o de haber lanzado el primer disco de un grupo de punk británico (The Damned, New Rose). Stiff Records (1976-1986), compañía fundada por Jake Riviera y Dave Robinson, un roadie y un productor de pub rock británico, aglutinaría esos y otros muchos méritos a lo largo de sus diez años de historia, como se constata en The Big Stiff Box Set (Salvo, 2007), estuche de cuatro CDs que sustituye y prorroga al publicado por Demon en 1992.
Con su amplitud de miras -su slogan era The world's most flexible label (El sello más flexible del mundo)- no carente de actitud y carisma, Stiff creó un modelo a seguir por muchas de las independientes que han venido después. Defendiendo con un mismo fervor la sencilla sobriedad de los injustamente infravalorados músicos del circuito de pubs británico y la naciente escena punk y new wave, el sello llegó a completar un catálogo que hoy, a treinta años vista, se estima poco menos que de un valor incalculable. Nombres como Elvis Costello, Ian Dury (su himno Sex & Drugs & Rock'n'Roll dejaría muchos beneficios), Madness o los citados The Damned contribuirían a sostener económicamente a la empresa en sus inicios, pero los bajos costes de producción y una insobornable atracción por los sonidos genuinos y modestos permitió a sus dirigentes compaginar el rescate de músicos veteranos abonados a los escenarios de escasa capacidad (Mickey Jupp, Jona Lewie, Larry Wallis, Ernie Graham, The Rumour, el citado Nick Lowe) con la apuesta por multitud de solistas (Lene Lovich, Rachel Sweet, Wreckless Eric, Kirsty MacColl) y bandas (Any Trouble, Tenpole Tudor, Dirty Looks) que estaban emergiendo en un mercado proclive al renacimiento de la canción de corta duración en detrimento del dilatado y artificial virtuosismo instrumental reinante hasta entonces. Con el single como bandera, Stiff creía en el éxito instantáneo e imperdurable (sus discos eran descatalogados al poco de editarse) y poco más que el intento por conquistar un reconocimiento inmediato y efímero era el principio al que se comprometían con las figuras contratadas.
En cierto modo, The Big Stiff Box Set echa por tierra esa premisa: de las casi cien canciones que recopila, muchas han perdurado en el tiempo y forman ya parte de la memoria pop colectiva. Pero, además de un ejercicio de nostalgia para quienes vivieron aquel momento, la caja es un útil muestrario para curiosos de posteriores generaciones interesados en descubrir cómo se consolidó hace tres décadas la industria discográfica independiente. El libro de 68 páginas que acompaña a la caja, en el que no faltan ni datos ni imágenes (la reproducción de algunas portadas de singles son fiel reflejo de la iconografía pop de la época), da buena cuenta de ello.