El último testigo
Actualizado:a muerte de Pepín Bello a los 103 años constituye una pérdida irreparable para la cultura española. Con él desaparece el último testigo y cómplice de la deslumbrante generación del 27 de la que formaron parte Lorca, Dalí o Buñuel. Pese a la discreción con que vivió los últimos años, la prodigiosa memoria memoria del fallecido seguía actuando como una guía insustituible para evocar la España de la época y, sobre todo, el recuerdo de aquel semillero de talento que cultivó la institución madrileña. Y aunque él mismo no despuntó en ninguna disciplina artística, su papel como impulsor del surrealismo y arquetipo del genio sin obras le transformó en el padre simbólico de muchos de aquellos autores de proyección universal. Un padrinazgo que convierte también a Bello en dueño de la influencia que aún ejerce aquella poderosa corriente.