Oído al cante
El himno nacional ya tiene letra. Se habían hecho varios intentos, pero se conoce que llevaba razón el que dijo que no hay que hablar si no se encuentran palabras capaces de mejorar el silencio. Don Eduardo Marquina, que tendía a la épica, y mi inolvidable y hospitalario amigo José María Pemán hicieron lo que pudieron. El pueblo no llegó a hacer suyas sus exaltadas y fervorosas palabras. Ya se sabe que el éxito no consiste muchas veces en que la flecha de en la diana, sino en que la diana intercepte la trayectoria de la flecha. Total, que nos ha obligado durante mucho tiempo a oír la música con la boca cerrada y hemos sentido envidia en los prolegómenos de los partidos de fútbol. Mientras nuestra selección permanecía muda, los jugadores de los equipos extranjeros no sólo cantaban a voz en grito las grandezas de sus respectivas naciones, sino que se llevaban una mano al corazón. El único que no lo hacía era Garrincha, que era un diablo del área contraria, pero estaba medio loco. Le daba la risa ver a sus compañeros expresando sinfónicamente su amor patrio. Y es que es perfectamente compatible ser un genio del balón y un retrasado mental.
Actualizado: GuardarLa letra del nuevo himno empieza vitoreando a España, cosa que le va a gustar a casi todos los españoles. Cualquier crítico literario, por muy poco exigente que sea, no va a encontrar motivos para dar saltos de júbilo, ni es probable que le augure a su autor un futuro halagüeño en los celestes campos de la lírica.
«El adjetivo que no da vida, mata» y a los valles se les califica de verdes, al mar de inmenso y al cielo de azul. Por otra parte, hay que reconocerle al autor el mérito de haber metido la palabra democracia en la última estrofa. Si se descuida no le da tiempo. El presunto poeta también ha hecho lo que ha podido. Ahora lo único que se necesitan son cantores.