Bush, acompañado de Olmert, en el Museo del Holacausto. / AFP
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Bush ofrece su apoyo a Israel para atacar Gaza y derrocar a Hamás

El presidente de EE UU pide apoyo para Olmter al dejar Jerusalén, ya que el primer ministro se enfrenta a final de mes a su supervivencia política por la guerra de Líbano

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En un gesto de ratificación de ese compromiso con el conflicto israelí-palestino que ha arrebatado a George Bush al final de sus mandatos, el presidente de Estados Unidos se despedía ayer de su primer viaje por Israel y Cisjordania poniendo fecha para su siguiente visita: el próximo mayo. Dentro de sólo tres meses. Coincidiendo con el 60 aniversario de la creación del Estado de Israel. «Hay una oportunidad para la paz y quiero ayudaros», decía en el aeropuerto de Ben Gurión, al despedirse de los anfitriones que tanto le han agasajado estos días, el presidente hebreo, Simon Peres, y el jefe del Gobierno judío, Ehud Olmert.

Bush se marchaba dejando tras de sí el esbozo de su «visión» de un acuerdo de paz. Una fórmula plegada a los intereses de Israel, que exige el fin de la ocupación, pero con «ajustes» suficientes para que se mantengan las grandes colonias y sin retorno de los refugiados palestinos, sobre la que ahora deberán trabajar los equipos negociadores. Pero el inquilino de la Casa Blanca se iba también habiendo discutido en las mesas de trabajo con los aliados hebreos al menos dos cuestiones trascendentales para avanzar en ese proceso, que, en principio, deberían verse como las primeras consecuencias sobre el terreno de su visita.

La primera de ellas, el inicio de una operación militar en Gaza para derrocar a Hamás. Según publicaba ayer el diario judío Yedioth Ahronot, Bush habría dado a entender que su Administración respaldaría una incursión armada en la Franja para quitar de en medio a Hamás, sin importar que estén en curso las conversaciones con la Autoridad Palestina. El jueves, durante la entrevista en la Mukata, el presidente de EE UU ya reprochó al al líder palestino Mahmud Abbás que no tuviera controlado este territorio. Pero la caída de varios cohetes Qassam en suelo israelí durante su visita, y las persuasivas explicaciones del ministro de Defensa, Ehud Barak, acerca del modo en que esos disparos tienen al Gobierno de Israel «bajo presión», habrían llevado al mandatario norteamericano a señalar que su Administración no será un obstáculo para una incursión a gran escala en la Franja.

Apoyo para Olmert

Bush también tuvo que oír al ministro de Industria y jefe del partido ultranacionalista Shas, Eli Yishaj, que su formación «no hará la paz con la mitad de la nación palestina, mientras Abbas no controle Gaza». Precisamente, el presidente de EE UU planteó la que sería la segunda cuestión para garantizar la marcha del proceso de paz que está impulsando. Bush tuvo que dirigirse al mismo jefe del Shas que estaba poniendo condiciones al avance de una solución del conflicto, y al del no menos ultraderechista Avigdor Lieberman, para que mantengan su apoyo a Ehud Olmert.

El primer ministro, una vez enrolladas las alfombras y finalizado el boato ofrecido a su huésped de lujo, tiene ahora sólo tres semanas para prepararse ante lo que puede ser una lucha sangrienta por su propia supervivencia: el informe final de la Comision Winograd que investiga las responsabilidades en la guerra con Hezbolá de 2006, y que amenaza con tumbar su Ejecutivo. «Cuidad a Olmert, para que permanezca en el poder -instó Bush- es un líder fuerte. La política israelí es como el karate, nunca sabes de dónde va a venir el siguiente golpe». i la presión de Bush es suficiente o no, se verá a finales de mes. Lo cierto es que, ahora que Olmert se ha comprometido a discutir los asuntos centrales del conflicto con los palestinos, el presidente de EE.UU ha dejado claro que no puede permitir que la derecha de Binyamin Netanyahu ocupe el Gobierno.