¿Crisis? ¿Qué crisis?
El Partido Popular, que ha llegado al término de la legislatura con serias dificultades para enjaretar un discurso en positivo con el que pedir el voto a los electores, ha encontrado el argumento circunstancial de la economía y a él se ha aferrado para tratar de salvar los muebles. Desde hace aproximadamente un año era notorio que estábamos al final de un ciclo que vendría dado por el aterrizaje del sobrecalentado sector de la construcción, que obligaría a precipitar el cambio del modelo de crecimiento. De ahí que, pese a no se había declarado todavía la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos, algunos economistas cercanos al Gobierno recomendaron en público o en privado a Rodríguez Zapatero que adelantara las elecciones y las celebrase a finales de 2007.
Actualizado: GuardarNo cedió Zapatero a aquellas recomendaciones y finalmente las elecciones van a tener lugar en una coyuntura cargada de incertidumbres internacionales y cuando la economía española habrá reducido su ritmo de crecimiento a tasas apenas algo superiores al 3% anual, tras una reducción que asimismo permitirá frenar las tensiones inflacionistas internas (como es sabido, la desaforada subida de los precios actual es debida a las alzas internacionales del crudo de petróleo y de algunos alimentos y materias primas). En cualquier caso, la ciudadanía, que es perfectamente consciente de lo que ocurre, sabe que estas circunstancias por las que atravesamos no son el resultado de la obra de gobierno, como conoce también lo limitado de la capacidad de gestión económica de los Ejecutivos nacionales en los países de la UE.
Solbes, denostado últimamente con demagogia primaria por ese personaje atrabiliario y marginal de la política que es Martínez Pujalte, salió ayer a defender lo obvio: la situación actual de la economía española, que ha crecido a un «robusto» 3,5% en el último trimestre del 2007, es buena, pese a que ha sido víctima de una «gradual desaceleración» debida a una «coyuntura internacional menos favorable y a un progresivo ajuste en el sector inmobiliario». Y aunque, como es natural, está a merced de la coyuntura exterior, nada indica que vaya a empeorar, entre otras razones porque tampoco hay signos de que la Unión Europea vaya a entrar en crisis. Al producirse un menor crecimiento, se generará menos empleo, por lo que será lógicamente preciso entornar la puerta de la inmigración y cargar con los desempleados que pueda generar el sector construcción, una parte de los cuales encontrarán lógicamente empleo en otros sectores.
El argumento que utiliza el PP para criticar a Solbes es el de su supuesto absentismo, el de que no haya tomado «drásticas medidas de choque» como hizo en dos ocasiones Rodrigo Rato en forma de paquetes de actuaciones de distinta índole, cuyo resultado fue simplemente nulo. Solbes no es partidario de semejantes respuestas coyunturales: «nada sería peor que adoptar medidas de choque en respuesta a este temporal repunte inflacionista», manifestó, ya que se limitarían a influir a muy corto plazo sobre los «síntomas» y crearían «numerosas distorsiones económicas»; en definitiva, «no hay que hacer cosas brutales sino serias y a largo plazo». Parece razonable la actitud en un político que practica la ortodoxia liberal en materia económica y que sabe que el intervencionismo no es buen consejero en momentos complejos.
Otra cosa es, en efecto, que el PSOE proponga, como hará probablemente en su programa electoral, una serie de medidas de política fiscal, que es uno de los pocos espacios en que puede desempeñarse la política económica de los gobiernos comunitarios. Es patente que si desciende el consumo interno como es previsible será aconsejable reducir los impuestos directos para favorecerlo. En el bien entendido de que el Gobierno no puede renunciar a disponer de los recursos necesarios para mantener el Estado de Bienestar y, muy particularmente, las inversiones en educación y en I+D que son necesarias para ganar la batalla de la productividad.
Resumamos, pues: ni hay recesión ni estamos en crisis; la coyuntura es simplemente incierta y hemos de poner todos de nuestra parte el esfuerzo preciso para continuar por la actual senda de prosperidad.