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Opinion

Guionistas en huelga

La supresión de la ceremonia de entrega de los Globos de Oro por la huelga del sindicato americano de guionistas constituye un llamativo reflejo tanto de las contradicciones que ofrece la industria del cine en Hollywood, como de las repercusiones derivadas de un cambio profundo en el negocio audiovisual. El paro resulta sorprendente porque participan en el mismo por igual los escritores-productores de series de televisión con ingresos anuales de cinco millones de dólares, la mayoría de asociados con ingresos medios de 200.000 y los guionistas más jóvenes, que integran el 48% de desempleados registrado en el sector en la Costa Oeste americana. También lo es porque las reivindicaciones se dirigen fundamentalmente contra los grandes estudios, si bien el sindicato de escritores está alcanzando acuerdos con compañías pequeñas e independiente que también coproducen películas con los primeros. Pero las paradojas se explican por el problema que subyace de fondo, que no es otro que la participación de los escritores y guionistas en la nueva estructura de ingresos del negocio audiovisual, surgida del aumento de las ventas de DVD y de la comercialización de películas a través de internet.

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Los más de tres meses de duración de la huelga, que amenaza también los Oscar, van a ocasionar a la industria unas pérdidas superiores a los 500 millones de dólares contabilizados en la anterior huelga de 1988, justo cuando ésta ha recuperado las cifras de recaudación y espectadores tras varios ejercicios en franco declive. Es ese evidente interés económico el que sugiere que las partes implicadas alcanzarán finalmente un acuerdo que conjugue la necesaria compensación a las productoras por la reorientación de un negocio que se aleja de las salas de cine con la legítima reivindicación de los guionistas, que reclaman tanto su participación en los nuevos beneficios como una mínima equiparación con los emolumentos de los actores y ejecutivos de la industria. Pero sea cual sea su contenido, el pacto servirá de pauta para el cine mundial, que continúa observando a Hollywood como un referente de profesionalismo y eficiencia industrial. Un referente inaccesible hoy por hoy para la industria española, en la que no existe una estructura de negocio comparable ni un mercado pujante para las nuevas formas de ver películas