Cadáveres políticamente incorrectos
Amanecen seis cuerpos sin vida en las costas gaditanas y a José Loaiza, presidente provincial del PP, tan sólo se le ocurre echarle el muerto -y nunca mejor dicho- al ministro del Interior Alfredo Pérez Rubalcaba, a la sazón próximo candidato al Congreso por Cádiz, por la «ineficacia, por falta de medios, del SIVE» (Sistema Integrado de Vigilancia Exterior), ante el «lamentable goteo de cadáveres de inmigrantes desde la pasada Nochevieja». ¿Quiere esto decir que los conservadores lo harían mejor? Convertir el drama de la inmigración clandestina en un toma y daca político no sólo es inhumano, sino imbécil. Supongo que, siguiendo esa vieja regla de tres de que la idiotez está tan repartida como el gordo del Niño, supongo que cualquier vocero socialista le echará la culpa de lo de la patera de Rota a Mariano Rajoy, que era ministro de la Presidencia en octubre de 2003 cuando ocurrió aquel naufragio que le costó la vida a 37 personas. O se la echará a Ángel Acebes, que era de Interior.
Actualizado: GuardarEl PSOE se felicitará por la eficacia de ese nuevo muro de la vergüenza, arguyendo que ha descendido el número de pateras y cayucos, mientras que los de las gaviotas sostendrán lo contrario. Pero ninguna de las dos formaciones que suelen turnarse en el gobierno parece apostar por una reflexión aparentemente naïf: ¿no podríamos encontrar un sistema para que los inmigrantes llegasen al paraíso europeo con los papeles en regla y a bordo de un ferry? Si aquí hacen falta como indican todos los estudios de prospección económica disponibles al día de hoy, ¿por qué se les da con la puerta en las narices, en un largo vía crucis en busca de un visado imposible? ¿Por qué, hasta que la campaña de la fresa en Huelva no ha demostrado lo contrario, no se ha reabierto la contratación de temporeros en origen y con compromiso de retorno?
En noviembre de este año, se cumplirán veinte desde el primer naufragio de una patera en la costa de la provincia gaditana. Fue, naturalmente, en Tarifa. Desde entonces hasta hoy, las muertes contabilizadas en las fosas comunes del Estrecho o de Canarias podrían dar para llenar varios cementerios. Mientras tanto, la Unión Europea que entonces nos convirtió en gendarmes del flanco sur contrata ahora para dicha función a Marruecos, a Senegal o a Mauritania. La gente de orden puede decir misa de quienes apostamos por racionalizar el trasiego de personas por el mundo en plena era de la globalización que permite en cambio el flujo de mercancías y capitales. Nos llamarán tardojipis, ingenuos o beatos. Poco realistas, a fin de cuentas.
¿Qué tiene de realismo y de pragmatismo mantener una bolsa próxima a nueve millones de personas sin papeles en el territorio de la Unión Europea? ¿A quién beneficia? ¿A los inmigrantes sin papeles, acaso, que son las víctimas y no los verdugos? ¿A los estados que se ven privados de sus impuestos aunque en Francia están estudiando la posibilidad de cobrarles tasa sin tener que darles a cambio permiso de residencia o de trabajo?
Hoy por hoy, quizá lo políticamente correcto sería pedirle a los espaldas mojadas que no se mueran en el Estrecho para no fastidiarle la precampaña electoral a ninguno de nuestros dos grandes partidos tradicionales.