Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
ELIJAH WOOD y sus escena de sexo con Leonor Watling.
Cultura

El sentido de la vida en clave matemática

La sucesión numérica de Fibonacci, la paradoja de Wittgenstein sobre las proposiciones finitas Los crímenes de Oxford obliga al espectador a estar muy, muy atento. De la Iglesia, licenciado en Filosofía por la universidad de Deusto, se mueve con soltura entre conceptos matemáticos y teóricos que al común de los mortales le suenan a chino. Los diálogos de sus personajes tienen vocación didáctica, al tiempo que hacen avanzar la trama. La novela del argentino Guillermo Martínez sirve de base a un filme de encargo que el realizador filma con su habitual virtuosismo, aunque sus fans se sentirán desorientados: para bien o para mal, Los crímenes de Oxford no parece una película de Álex de la Iglesia.

Actualizado:

No queda ni rastro del humor negro y las agudas observaciones costumbristas de La comunidad y Crimen ferpecto. Por momentos, la intrincada, tediosa, intriga ambientada en un college se mueve a medio camino entre Agatha Christie y Harry Potter. Un alumno americano (Elijah Wood) llega a Oxford para estudiar con un legendario profesor (John Hurt). El joven está convencido de que se puede llegar al secreto sentido de la existencia a través de claves matemáticas; el viejo, cínico y desencantado, sabe que la verdad es hermética e inaccesible.

Una serie de crímenes sirven de excusa al cluedo intelectual. Y hasta aparece la carnalidad y la alegría de vivir con las voluptuosas formas de Leonor Watling. Demasiada densa para resultar entretenida, demasiado fría para resultar personal, Los crímenes de Oxford apuntala la vocación internacional de un cineasta que ha jugado a darle la vuelta a las historias de iniciación: aquí el sabio es el pupilo y no el maestro.