
El estrés postraumático del 11-S causa problemas cardíacos a medio plazo
El atentado más escalofriante de los últimos tiempos no sólo dejó víctimas bajo los escombros y en los alrededores del World Trade Center en aquel fatídico día de septiembre. De acuerdo con un estudio dirigido por la profesora de la Universidad de California Alison Holman, el doble ataque a las torres ha aumentado notablemente los riesgos de padecer una afección cardíaca entre los americanos, que aunque no tuviesen una implicación directa con los damnificados pueden tener más del doble de probabilidades de sufrir -literalmente- problemas de corazón.
Actualizado: Guardar«Nuestro estudio es el primero en demostrar que incluso entre la gente que no tuvo una conexión personal con las víctimas», dice Holman, «aquellos que achacaron síntomas de altos niveles de estrés postraumático en los días siguientes a los ataques del 11 de septiembre tuvieron el doble de probabilidades de ser diagnosticados con enfermedades cardiovasculares como hipertensión, problemas cardíacos e infarto, hasta tres años después de lo ocurrido»
Según un informe publicado en 2002 por investigadores de la Fundación Nacional para la Ciencia (NFS), el 17% de la población que vivía fuera de la ciudad de Nueva York reportó sufrir estrés postraumático dos meses después del atentado. Estos datos mostraron que los efectos psicológicos de un hecho traumático no se limitan a aquellas personas que lo vivieron «en directo», y que las nefastas consecuencias para la salud pueden reproducirse años después. Ahora, los datos que manejan Alice Holman y su equipo no hacen sino refrendar estas teorías. Dos mil ciudadanos participaron en este estudio en los días que siguieron al 11-S a través de encuestas confidenciales. A preguntas como «¿Me preocupa que un acto terrorista me afecte personalmente a mí o a alguien de mi familia?», los participantes rellenaron las casillas con información concerniente a la respuesta a los ataques o la preocupación creciente por el terrorismo. La mayoría de los participantes dijeron haberse informado de los ataques por televisión, en directo.
Un tercio de los mismos, en cambio, declaró una exposición no directa a los ataques y tan sólo un puñado de ellos afirmó haber vivido los atentados en vivo. Durante los tres años siguientes al 11-S, el equipo de investigadores siguió elaborando estos cuestionarios, que ahora revelan una respuesta concisa en forma de riesgos cardíacos para muchos de estos americanos que los sufrieron directamente.