Caramelos de cabalgata
Roetorno a mis tareas habituales tras dos martes de merecido descanso, pues seguramente sabrán ustedes que salvo golpes de estado o estupideces similares, existe una tradicional costumbre según la cual tan sólo hay tres días en el año en que la prensa no llega a los quioscos: Navidad, Año Nuevo y el Sábado Santo. Así que, dado que este año las dos primeras celebraciones cayeron en martes, he sido yo el agraciado con unas pequeñas vacaciones alejado de los lectores -y créanme si les digo que les he echado de menos-, como el pasado año lo fue mi querido compañero José Luís Toro.
Actualizado: GuardarPero bien, dejemos los devaneos festivos al margen, pues en este primer martes pasadas las fiestas navideñas -al fin, dirán muchos- me veo en la imperiosa obligación de redactar unas notas dedicadas a los caramelos de la cabalgata pues les supongo enterados de que este año Sus Majestades de Oriente, aparte de los caramelos tradicionales, en determinadas zonas del recorrido lanzaron caramelos sin gluten para los niños celíacos.
Sin ánimos de enfrentarme a cuanto colectivos saldrán en las siguientes líneas, la idea de lanzar estos caramelos especiales, que a primera vista podría parecer una gran idea -como en su día lo fue de la acotar zonas para que los niños discapacitados disfruten tranquilamente de la Cabalgata-, en realidad no esconde más que la estúpida espiral en que nuestras Autoridades nos han metido con el único ánimo de contentar a cuantas minorías existen, por muy minoritarias que éstas sean, dentro de ese concepto que se ha dado en llamar el de lo políticamente correcto. Permítanme explicarme:
Con la idea de seguir en esa línea políticamente correcta, el próximo año habrá que lanzar en otras zonas del recorrido caramelos sin azúcar para niños obesos o aquellos otros que padezcan diabetes. Puestos a rizar el rizo, igualmente deberán lanzarse caramelos unidos a un pequeño micro cascabel, al objeto de que los niños invidentes o con graves deficiencias visuales, puedan participar de la cabalgata. Estos caramelos deberán llevar el listado de sus componentes escrito en braille, por si acaso alguno de tales niños invidentes es celiaco o diabético. Además habrá que evitar lanzar caramelos toffes en zonas en las que se concentren pequeños con intolerancia a la lactosa, como igualmente habrá parte del recorrido, patrocinada por la Asociación de Odontólogos, en la que simplemente no se lanzarán caramelos, a fin de contribuir a la salud buco dental de los pequeños.
Ahondando en la idea, deberemos vedar parte del itinerario con vallas opacas, de ese modo los niños que pertenezcan a minorías árabes u otras confesiones religiosas, podrán recibir caramelos por encima de la valla, sin tener que soportar el lamentable espectáculo que la tradición cristiana profesa respecto de los Magos de Oriente. Y en un afán por contentar igualmente a las minorías de color, habrá determinadas calles en las que bajará de su carroza el Rey Gaspar para ser sustituido por un rey de color. Así tales minorías podrán ver que son dos los reyes negros y uno blanco, en aras de la necesaria igualdad racial.
Y comprendan que el relato lo pare aquí porque la sucesión de colectivos que se me ocurren, posiblemente daría para las dos próximas páginas del periódico y tampoco se trata de eso. Desde siempre los Reyes han tirado caramelos, regalos y pelotas. Y los caramelos son como las lentejas: el que quiere los coge y el que no los deja. Al fin y al cabo se trata de disfrutar de una Cabalgata y poco más. No es plan de que la fiesta infantil por antonomasia acabe convertida en una recepción real de Su Majestad Don Juan Carlos I, en la que Melchor, Gaspar y Baltasar nos irán dando la mano uno a uno, asesorados por el paje de turno que en cada momento indicará si los caramelos que nos deben entregar son sin gluten, sin azúcar, en braille, sin leche, no darnos caramelos o la mare que lo parió (y recemos porque nadie constituya la ASAMCAFRE -Asociación de Amigos del Caramelo de Fresa-, pues entonces el lío podrá ser mayúsculo, por no hablar de las subvenciones que como Asociación recibirá).
Lo políticamente correcto está bien en tanto podamos contentar a las minorías sin dañar al pueblo mayoritario, que tan sólo quiere ver la Cabalgata de Reyes y coger caramelos. Establecer tantos distingos, al final no lleva más que a crear guetos. Los niños sólo quieren ver a los Reyes y llenar la bolsa de caramelos. Lamentablemente eso se está complicando, pues como dice mi cuñado, este en un país en el que ya no cabe un tonto más.