El primer disgusto del año
Holaaaaaa!!!!! ¡He vuelto! ¡Feliz año! No es que me hubiera ido a ninguna parte (aunque la verdad es que algún viajecillo no habría venido mal), sino que, curiosamente, el día de Navidad y el de Año Nuevo cayeron en martes, por lo que, ¡ayyyy!, me quedé sin poder felicitar las fiestas. Pero como todo llega, ya está aquí el 2008, aún en pañales, pero dando disgustos.
Actualizado: GuardarY no ha tardado nada en darme uno de los buenos. Cuando el 3 de enero traté de reincorporarme a mi humilde rinconcito de esta redacción después de unos días de (merecidísimo) descanso, el golpe llegó por donde menos lo esperaba. Al acercarme a esos odiosos pivotes azules y grises que tan bien funcionan (después de recorrer una y otra vez el centro en busca de aparcamiento), las nuevas tarifas del O. R. A. terminaron de aguarme el día, y es que si me llegan a decir en la confitería que se les han acabado los sugus, me hubiera puesto a llorar desconsoladamente. ¡Un 10%! Nada más y nada menos. Eso es lo que ha subido el precio de la pomposa Ordenanza Reguladora del Aparcamiento, que así se llama aunque nadie lo sepa. Son diez céntimos más cada mañana y cada tarde durante cinco días a la semana que salen volando de mi cartera pero que no vuelven a ella porque no creo que los sueldos suban otro 10%. Qué curioso, ¿verdad?
El autobús también ha subido otro 10% y ahora el billete univiaje cuesta 1,10 (o sea, casi 200 peluquis de las de antes con las que una tenía chuches para toda la semana). Y sube el pan, y la leche (que cuesta ya igual que la gasolina) y las hipotecas y las verduras y el pollo... ¡Y encima viene la gripe! Habrá que abrigarse, ir andando al trabajo y hacer dieta.