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Cultura

En las entrañas de Rapa Nui

Espeleólogos españoles investigan la antigua civilización de los nativos de la isla polinesia de Pascua, puesta de moda por la célebre película de Kevin Costner

JULIÁN MÉNDEZ
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Pascua. O en lengua rapanui, la que aún hablan los aborígenes de esta isla chilena perdida en mitad del Océano Pacífico, Te pito o te henua, el ombligo del mundo. La pasión por sumergirse en las entrañas de la tierra de un grupo de espeleólogos vascos les llevará a finales de enero hasta este paraíso habitado por apenas 3.700 personas. Pascua es popular por sus moais, las hieráticas estatuas labradas en volcánico basalto, y por la película que Kevin Costner rodó en la isla y en la que recreó las costumbres de los míticos guerreros polinesios.

Pascua está lejos de todas partes. 4.000 kilómetros de mar la separan de las costas chilenas y otros 2.000, de Papeete. Rapa Nui es el lugar poblado más distante de cualquier otro del planeta. Expoliada por negreros entre 1859 y 1863 (20 barcos cargaron con unos 2.000 nativos, a los que condujeron a las minas de plata de Perú donde la mayoría pereció) la pequeña isla, permaneció aislada y semidespoblada siglos y siglos. Durante generaciones, sus habitantes apenas sumaban cien personas.

Como sucede a menudo, el olvido ha permitido que se preserven antiguas costumbres, restos funerarios, piezas de caza... En 2005, miembros de la Sociedad de Ciencias Espeleológicas Alfonso Antxia lograron ser los primeros en obtener los permisos necesarios para introducirse en alguna de las 800 cuevas de Rapa Nui, una isla de forma triangular y origen volcánico que mide apenas 15 por 17 kilómetros. En cada una de sus esquinas se alzan sendos volcanes, hoy inactivos. Desde el aire, la isla muestra una cicatriz de 4 kilómetros. Se trata de la pista de aterrizaje, preparada por la Nasa para acoger, en caso de emergencia, a sus transbordadores espaciales.

«Siempre me había atraído Rapa Nui, la isla poblada más remota del planeta», recuerda el espeleólogo vizcaíno Jabier Les. Pero el verdadero anzuelo fueron los relatos del antropólogo Thor Heyerdahl. Sostenía Heyerdahl que los pobladores de Pascua proceden de culturas preincaicas de América del Sur (y no de la más próxima Polinesia) que habrían realizado expediciones por el Pacífico, una teoría avalada por los relatos del explorador español Pedro Sarmiento de Gamboa quien ya hablaba de las singladuras del príncipe inca Tupac Yupanqui. «Aquellas historias me impresionaron. Llevamos funcionando como grupo desde 1989: trabajando en el karst de Pagasarri, en el de Indusi, el mayor complejo hidrogeológico del Parque de Urkiola donde hemos explorado 5.500 metros de galerías. También nos encargamos de estudios medioambientales en Pozalagua, Karranza, y en Mendukilo, en Lekunberri. Al tiempo -explica Les- hacemos expediciones internacionales: a los mogotes de Cuba, 55 kilómetros de galerías en Viñales. También hemos estudiado cuevas en República Dominicana», recuerda.

Pero el deseo por Rapa Nui acechaba al grupo. Contactaron con la persona del Instituto Geológico de la Universidad de Chile que elaboró la carta geológica de la isla. Éste les dirigió hacia Carlos Cristino y Patricia Vargas, arqueólogos de la propia universidad especializados en Pascua. Ellos llevan 25 años excavando en Rapa Nui. Pero jamás habían podido entrar en las cuevas, un lugar tabú, sagrado, para los nativos. Seis meses de intensa actividad burocrática (a dos bandas, con Parques Naturales de Chile: Pascua es Patrimonio de la Humanidad; y con el consejo de ancianos) derribaron las trabas para poder investigar en la isla. Luego apareció la casualidad.

La isla de los arco iris

El equipo se alojó en una vivienda particular, de la familia Pakarati. Su dueño, Lázaro, se ofreció a convertirse en su guía. «Dimos vueltas y vueltas. Notamos que nos tanteaba mucho», recuerda Les. «Hasta que un día nos explicó que en las cuevas viven los aku akus, los espíritus del mundo subterráneo, y que son un lugar sagrado y de culto de los antepasados. Nos dijo que debía pedirles permiso o corríamos el riesgo de sufrir mil desgracias. Hizo un extraño ritual y una ofrenda. Participamos en un curanto, una ceremonia en la que entierran y cocinan comida (verduras, pastel de plátano, tubérculo y pollos). Le expliqué nuestras intenciones. Me dijo que la respuesta la daría al día siguiente el arco iris. Pues bueno -suspira, aún emocionado- se formaron tres arco iris, uno encima de otro, brutales, en la zona. Fue una señal. Desde entonces cambió el modo en que los rapanuis se relacionaban con nosotros». Luego sabrían que Lázaro será el nuevo rey de Rapa Nui, el nuevo Ariki.

Así que con el visto bueno de los espíritus, Les, Gaizka Carretero y Urtzi Uriarte se sumergieron en la zona de Roiho, el área donde se sitúa el mayor número de cuevas. En Ana Te Pahu y Ana Heva-Hau Taipari localizaron cráneos humanos, puntas de lanza de obsidiana y de flecha así como las sustancias minerales empleadas por los nativos para tatuarse. Es el kiea, pigmentos con los que se pintan el cuerpo de negro, amarillo, rojo y blanco. En 2007, al grupo se sumaron el alavés Iván Saez de Eguilaz y científicos de las universidades de Almería (José María Calaforra) y Trieste (Franco Cucchi y Paolo Forti).

A finales de este mes, el equipo regresa a Rapa Nui para volver a bucear en los misterios de la isla más remota del mundo.