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Geishas

De vez en cuando hay que hablar de La noche temática, para no olvidar que existe: como ya ha sido definitivamente sepultada en la medianoche del fin de semana y su cifra de espectadores no crecerá jamás, porque es poco accesible, la mayor parte de la gente conoce lo que hay ahí por lo que contamos los críticos, no por lo que ve en pantalla. Pues bien: La noche temática sigue siendo un programa bastante recomendable. Los temas que escoge no son siempre interesantes, y sus piezas documentales no siempre brillan a la altura deseada, pero, normalmente, uno ve este espacio con la impresión de que la tele le está tratando como a una persona inteligente, y eso siempre es de agradecer.

JOSÉ JAVIER ESPARZA
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El asunto de esta semana era uno de esos que siempre llaman la atención: el mundo de las geishas, rótulo que evoca al mismo tiempo un contenido exótico y un erotismo implícito. Entre otras cosas, el documental nos informaba de que es un error considerar a las geishas como un equivalente japonés de la prostitución de lujo que nos gastamos (sobre todo algunos, y no miro a nadie) en Occidente.

Esta singular cualidad de las geishas ya la conocen quienes han tenido algún contacto con la cultura japonesa, pero es ignorada por el común de los espectadores. La noche temática quiso aclararlo con un documental titulado La vida secreta de las geishas y cuyo autor era Arthur Golden, el mismo que escribió la novela Memorias de una geisha. La novela de Golden pretendía ser una visión profunda y real de ese mundo, pero la geisha que más información le dio, Mineko Iwasaki, se enfadó tanto al leerla que escribió su propia novela: Vida de una geisha. La primera está en Alfaguara y la segunda, en Ediciones B; si le interesa a usted el tema, ya sabe dónde hay material.

Lo más llamativo del caso es que Golden, después de estudiar durante diez años el asunto y de meterse en el mundo real de las geishas, había escrito algo que a éstas le parecía inaguantable. ¿Cómo es posible? Aquí entramos en unos de esos territorios donde la identidad cultural marca tanto, y tan profundamente, que la inteligencia se hace imposible: un occidental jamás entenderá qué es una geisha o, al menos, no será capaz de entenderlo al modo en que lo entiende un japonés. A esta otra parte del asunto se acercaba más el segundo documental de La noche temática, una pieza titulada Geisha girl que contaba cómo una joven -Yukina, se llamaba- decidía convertirse en geisha, y el largo camino de aprendizaje que a partir de ese momento debía emprender: canto, baile, lengua tradicional, pintura, ceremonia del té En los años 20 había en Japón unas 80.000 geishas; hoy quedan menos de 1.000; entre ellas, Yukina. Una excelente historia. En La noche temática.