Antes de la inauguración
Álvarez Plágaro describe la tramoya de las exposiciones al hilo de su trabajo 'Plágaro, Plágiat, Plágiarism, Plágio', exhibido en Alemania
Actualizado:Este verano compré una aspiradora Dyson (muy cara pero muy buena) en cuya caja se podía leer el siguiente texto, escrito por su inventor, James Dyson: «I became so frustrated with my vacuum cleaner clogging and losing suction, I decided to make a vacuum cleaner that works properly. A Dyson doesn't clog and doesn't lose suction». ('Llegué a sentirme tan frustrado con la obstrucción y pérdida de succión de mi aspiradora, que decidí hacer una que funcionara adecuadamente. Una Dyson no se atasca y no pierde succión').
Podría empezar con una frase de mayor calado pero, simplemente, no me ha dado la gana. Yo también he llegado a sentirme tan frustrado con la obstrucción mental y pérdida de sentido que, para mí, tiene el mundo artístico que me rodea, que hace tiempo que decidí entregarme a un mundo que funcionara adecuadamente. Un mundo que no se atasca y que no pierde sentido. Ese mundo lo encontré en Alemania, donde vuelvo a exponer.
Una exposición es una pequeña aventura en la que te muestras como Dios te trajo al mundo. Se podría decir que hacer una exposición es bastante expuesto. He hecho más de cuarenta individuales durante mi carrera, en las cuales he tocado el cielo, el infierno y todos los estados intermedios.
Cada exposición se gesta durante meses, años incluso, en la soledad del estudio, en la incertidumbre y en la inseguridad. Puede sonar muy dramático pero, al menos en mi caso, es la verdad. Para mí, el proceso es todo menos divertido, o digamos que tan divertido como subir un ochomil.
Durante el tiempo previo a la exposición, el estudio se llena de tantos cuadros que llegan a impedir su propia visión. Eso me hace no fiarme ni siquiera de mi propio criterio a la hora de la elección: estoy demasiado imbricado en la obra como para verla con claridad. Además, los cuadros se transforman una vez terminados; lo que hoy te parece una obra maestra se puede convertir mañana en una superficie pintada que te avergüenza, y viceversa. También puede ocurrir que lo que hoy te parece bueno mañana te siga pareciendo igual de bueno y, lo que es peor, que lo que hoy veas malo mañana lo sigas viendo igual de malo. Así que considero imprescindible la visión desde el exterior del galerista, a poder ser de un buen galerista, a la hora de seleccionar los cuadros para una exposición.
A pesar del tiempo que llevo pintando, de lo único que estoy seguro es de cómo tensar una loneta sobre un bastidor y, aun así, a veces me sale mal. Cada vez que pienso en mi trabajo, me viene a la cabeza una frase que oí una vez: «Cuando uno no sabe a dónde va, termina llegando a otro sitio». No es que no sepa adónde voy, cierta idea tengo, lo que pasa es que, en el camino, es la propia obra la que deriva hacia donde quiere y acabas llegando a otros parajes que jamás hubieras sospechado que pudieran siquiera existir.
La directora de la galería me pregunta si tengo alguna idea para el título de la muestra. Siempre suelo poner un título sencillo, dado que los que son pomposos, intelectualoides u oscuramente misteriosos me ponen de los nervios (sobre todo los que tienen guiones absurdos entre las palabras: Pre-posición, Sín-tesis, Con-figuraciones, Im-béciles .). Yo titulo las exposiciones simplemente llamándolas por lo que hago, Cuadros Iguales, pero esta vez me apetece otra cosa.
En una cena, Andy Johnson, un joven escritor inglés al que he pedido ayuda, en cinco minutos, me ofrece varios títulos, uno de los cuales nos deja a todos sorprendidos: Plágaro / Plagiarism (plagio). Es perfecto, lo único que no me agrada es que no se me haya ocurrido a mí antes. Junta mi apellido con lo que hago (si nos tomamos la licencia de llamar plagio al hecho de copiarse a uno mismo en vez de a los demás, como suele ser lo habitual). Dice que, para hacerlo más irónico, podemos acentuar la palabra en inglés aunque no sea correcto gramaticalmente. A la directora de la galería le encanta, encima al venir del latín (plagiare) la raíz es igual en alemán, inglés y castellano. Plágaro / Plágiat / Plágiarism / Plágio. El mejor título que he tenido en ninguna de mis exposiciones. Le regalo una botella de rioja a Andy pero quedo en deuda con él.
Obras desnudas
Hace meses que concreté el montaje de esta exposición por medio de unos bocetos. Mi idea base era poner una gran obra (grande en tamaño, ojala que también en todo lo demás) en el eje de la instalación. Los bocetos ayudan pero no resuelven gran cosa, todo cambia cuando pasas del espacio mental al espacio real y... ¿ya estoy en el espacio real! A partir de cierta edad todo va muy deprisa.
Ahora nos encontramos en medio de la galería, rodeados de gran cantidad de paquetes que contienen mi obra. Nos ponemos a abrirlos como si fuésemos niños el día de Reyes. De ellos empiezan a emerger unas obras que me resultan extrañas, ajenas y diferentes. Ver la obra en la galería es completamente distinto a verla en el estudio. Dejamos las obras desnudas apoyadas en las paredes también desnudas y nos vamos a cenar.
Con la luz natural el espacio de la galería parece todavía más grande de lo que ya es. Tenemos más de media tonelada de obras (tres veces más de lo necesario), una semana por delante, y un equipo de unas diez personas para ayudarme en todo lo que necesite. El trato que me dan es exquisito.
El trabajo es ingente, porque no se trata sólo de instalar la exposición, sino que además hay que colgar otras muchas obras para fotografiarlas de cara al catálogo y el archivo. Es como montar unas diez exposiciones de golpe. Además, mi obra tiene una peculiaridad paradójica que facilita, a la vez que complica, su instalación: la posibilidad de instalar cada serie de cuadros de diferentes maneras aumenta enormemente sus opciones, pero al mismo tiempo multiplica las dudas de cara a tomar la decisión acertada.
Quiero detenerme, siquiera un segundo, en esta característica de mis Cuadros Iguales. Que mi trabajo no tenga una posición predeterminada para ser visto es algo que, en un principio, podría parecer una arbitrariedad, pero al ser obras trabajadas en horizontal y desde varios puntos de vista, lo realmente arbitrario sería concretar una posición fija. Algo parecido sucede con ciertas pinturas de Jackson Pollock o con las cajas vacías de Oteiza. Esta peculiaridad enriquece, sin duda, la visión de la obra. Es más, siempre recuerdo a mis coleccionistas que si quieren una nueva obra, no es necesario que la compren. ¿Basta con cambiarla de posición! Nunca he servido como comercial.
Manteniendo mi idea original de exposición, el montaje gira en torno a una serie de Cuadros Iguales de cincuenta unidades, con unas medidas de 255 x 7 x 5 cm. cada uno, hecha expresamente para el espacio de la galería. Vamos a instalarla de dos maneras diferentes, para así poder documentar ambas en el catálogo y dejar constancia de la muy distinta impronta que deja la serie según cuál sea la posición. La primera instalación es en horizontal, formando tres bloques de dieciséis unidades cada uno (nos sobran dos), y con unas medidas totales de unos dos metros por ocho. El resultado me sorprende incluso a mí, dado que es la primera vez que veo una serie de esas dimensiones instalada. El fotógrafo hace su trabajo y paramos para comer. En media hora resolvemos la cuestión alimenticia y retornamos al trabajo.
Últimos detalles
Al día siguiente iniciamos la instalación definitiva de la obra central, las cincuenta unidades en vertical, en una esquina y situadas de manera asimétrica, veinte unidades en una pared y treinta en la otra, formando un conjunto de dos metros y medio de alto por unos siete metros y medio de ancho.
Una vez instalada esta obra, en los días restantes, vamos jugando con las demás, buscando el sitio y la posición adecuados para cada una de ellas. Hacemos multitud de variaciones con diversos cuadros, espacios y posiciones hasta dar con lo que queremos. Mientras tanto, y de forma paralela, en un espacio reservado a tal efecto, instalamos y desinstalamos otras series para ser fotografiadas.
Después de cinco días queda prácticamente acabado todo el trabajo. El fotógrafo ha hecho centenares de fotos de distintas series de mis cuadros en varias posiciones y del montaje final de la exposición.
Queda poco tiempo para que la galería se abra al público. Como siempre me gusta hacer, miro la exposición a solas. Me acerco a mi obra como si fuese la de otro; la miro de lado, la huelo y la toco. Detrás hay todavía más trabajo del que parece; cientos de cuadros que han quedado en el estudio esperando su oportunidad y otros tantos que han sido eliminados para siempre. El montaje es perfecto pero podríamos, como Sísifo, volver a empezar a empezar y, con la misma obra, hacer un montaje completamente diferente e igual de perfecto.
Estamos en la inauguración. Como dice Antonia S. Byatt en Ángeles e insectos, refiriéndose a una boda: «Saco en conclusión que todas las ceremonias traían consigo, además de una sensación de trascendencia intensamente vivida, otra intensificada de irrealidad, como si él (el esposo) fuera un espectador en vez de un participante». Así es como me veo a mí mismo.
Por último, hay un detalle que me hace constatar nuevamente de forma palpable que estoy en un mundo muy diferente al nuestro: incomprensiblemente, la gente muestra más interés por mi obra que por el jamón de pata negra que han encargado los galeristas.