Morir en la nieve

a muerte ayer de dos esquiadores y un empleado de la estación de Formigal, sepultados por un alud, constituye un desgraciado suceso que ha acabado prematuramente con la vida de las tres víctimas, todos ellos treinteañeros. Las fatales consecuencias del accidente confirman de manera descarnada los riesgos que puede conllevar la práctica de una actividad lúdica como el esquí en una montaña sacudida por abundantes nevadas, traicioneras incluso para quienes están familiarizados con las mismas. A la espera de conocer al detalle las circunstancias en que se produjo el siniestro, los dos deportistas y el monitor fallecidos se encontraban en el momento de la avalancha fuera de las pistas señalizadas y en una zona de difícil acceso, reservada en principio para los especialistas de reconocida destreza. La posibilidad de que las víctimas minusvaloraran las advertencias ha de transmitir un inequívoco mensaje al resto de esquiadores para que velen escrupulosamente por su propia seguridad.