Moreno
El mayor espectáculo televisivo de este invierno no está en la pantalla, sino fuera de ella: es el calvario, resurrección pública incluida, de José Luis Moreno, asaltado en su casa, robado, machacado, hospitalizado y devuelto al mundo de los vivos en una serie de comparecencias públicas gobernadas con un admirable sentido de la puesta en escena, como no podía ser de otro modo tratándose de quien se trata. En este episodio de Moreno se aglutinan varios elementos que dan densidad al drama. Por una parte está la violencia brutal del crimen, incluida la identidad extranjera de los criminales. Por otro, está la personalidad pública de Moreno, tan controvertida, siempre sujeta a execración. Y luego está el padecimiento personal, el trance horrible de las lesiones, el reto psicológico de superar un trauma como ése.
Actualizado: GuardarLo que ha hecho Moreno es superar su trauma convirtiéndose a sí mismo, víctima, en protagonista de una noticia que de otro modo no habría salido de la efímera crónica de sucesos. Hay quien considera esto puro exhibicionismo. Otros lo consideran admirable. Yo estoy en esta segunda familia, y precisamente por lo que de exhibicionista hay en la puesta en escena. Moreno es un tipo complejo, de inteligencia extraordinaria, de carácter inextricable y de obras muy heterogéneas, capaz de lo mejor y de lo peor, y ganando dinero en todos los casos. Un servidor debe de ser el único crítico de televisión que más de una vez ha hablado bien de Moreno, lo cual no obsta para darle caña con alguna frecuencia.
Pero el Moreno show de estos días va muchísimo más allá del juicio sobre los productos de un empresario del espectáculo. Lo que ahora estamos viendo es que el productor se convierte en su propio espectáculo. Moreno construye su personaje y lo pone en escena con la enorme habilidad que siempre le ha caracterizado para ofrecer al público una historia atractiva. En este caso, además, sazonada con circunstancias dramáticas y partiendo de antemano con la ventaja de que es imposible no sentir simpatía por el personaje principal, o sea, el propio Moreno. A una sociedad expuesta a la inseguridad, el show Moreno le manda un mensaje: no se puede vivir con miedo. Y yo me quito el sombrero.