Editorial

El chantaje del terror

La suspensión del rally Dakar, por primera vez en 30 años y a menos de 24 horas de que la emblemática carrera arrancara en suelo portugués, constituye una decisión insólita que refleja los dilemas a los que el terror de impacto globalizado somete a los gobiernos directamente afectados por su coacción. Dilemas que confrontan la necesidad de velar por la seguridad de quienes pueden sufrir los atentados de los terroristas con la trascendencia política y ética que implica resistirse al chantaje que supone el recurso a la violencia más intimidadora. La empresa organizadora justificó ayer la anulación por «las tensiones políticas internacionales», el reciente asesinato en Mauritania de cuatro turistas franceses -atribuido a la rama magrebí de Al-Qaida- y las amenazas lanzadas contra una caravana deportiva que iban a integrar a 2.500 personas, aunque todo apunta a que han sido las presiones del Gobierno galo las que han forzado finalmente la inédita cancelación. Pero aun cuando existan motivos de Estado «que no se discuten», según ha zanjado el director del rally, la excepcionalidad de la medida adoptada obliga al Ejecutivo de Sarkozy a ofrecer explicaciones menos difusas sobre la entidad de una amenaza que no concierne en exclusiva a las autoridades francesas.

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La infiltración de terroristas de Al-Qaeda en los vastos y semidesérticos desiertos del Sahel, el área donde se sitúan países de población mayoritariamente musulmana como Mauritania o Mali, ha reforzado la capacidad del grupo de Bin Laden para ejercer un peligroso proselitismo en bases cada vez más próximas a Europa. El señalamiento por parte de los terroristas de los intereses franceses en el Magreb como objetivos potenciales, unido al asesinato de los cuatro turistas, constituyen argumentos de peso para la creciente inquietud del Gobierno galo. Y también para reconsiderar, incluso, la celebración de una carrera que discurre por territorio minado, previendo quizá con mayor anticipación las dificultades que comporta en estos momentos su complejo trazado. Pero su cancelación justo la víspera de la salida transmite tal sensación de frustrada cesión al chantaje que sólo puede ser interpretada por quienes ejercen el terror como un triunfo de su estrategia de amedrentamiento colectivo y, lo que aún es más desolador, como un precedente válido para hacer prevalecer sus criminales y desestabilizadoras intenciones.