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Con cara de tonta

SILVIA TUBIO
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Yo no sé ustedes, pero desde que hemos estrenado año y nuevas cuantías en nuestras facturas, no dejo de sentirme un poco más estafada. Digo bien al definirme como víctima de un engaño, porque nos dicen hasta la saciedad que el agua y la electricidad son bienes de primera necesidad. Pero al leer y releer el contenido de esa odiosa correspondencia, parece que estuviéramos descubriendo el por qué del elevado precio de cualquier artículo de lujo. Si la regla básica nos dice que a más consumo, más te toca pagar, ¿por qué aquellos que vivimos solos, sin más compañía que un animalito o las macetas del balcón, apoquinamos más por tasas que por lo que realmente hemos consumido a lo largo de dos meses? Queridos lectores que seguís empeñados en huir de convivencias bajo el mismo techo, saquen sus calculadoras y empiecen a sumar. Si en ese momento no le dan ganas de abrir el grifo y hacer correr el agua a modo de catarata infinita; o de encender las luces de sus casas para iluminarlas como la portada de una feria, sencillamente ustedes han asimilado como algo normal, un coste abusivo. Por tanto, un premio para esas empresas por lo bien que se lo han currado al crujir a sus clientes sin que estos rechisten; o a los distintos gobiernos por no ponerle cotos y que encima el personal ni se mosqueé. Ahora bien, ¿tendrían el mismo semblante si un vendedor tratara de cobraros un plus tan elevado por la compra de un producto que superara incluso su precio? O para que lo entienda mi abuela, ¿qué le dirían si le piden por una docena de huevos que vale dos euros, un plus de seis euros más porque las gallinas se han declarado en rebeldía?