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SIN DESCANSO. Mike Huckabee es maquillado antes de la entrevista que le realizó una cadena de televisión en un hotel de Manchester (New Hampshire). / REUTERS
MUNDO

Los evangélicos derrotan al aparato republicano de la mano de Huckabee

El predicador baptista da la sorpresa en los 'caucus' de Iowa al superar a Romney, el empresario mormón y gran favorito, con un discurso directo e innovador

MERCEDES GALLEGO
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Toca el bajo, improvisa su propia campaña y multiplica los votos como Jesucristo los panes y los peces. Si la victoria de Barack Obama en el campo demócrata se consideró siempre «improbable», la de Mike Huckabee en el bando republicano era casi de chiste hasta el jueves, cuando se dio el milagro por el que el predicador baptista ha estado rezando. «Los resultados de esta noche demuestran que en nuestro país la gente es más importante que el dinero, ¿que gran lección para EE UU!», celebraba la nueva estrella del partido conservador.

A nueve puntos de distancia quedaba el ex gobernador de Massachusetts, Mitt Romney, que había engatusado a los votantes con su aspecto 'presidenciable' de Martin Sheen en 'El ala oeste de la Casa Blanca' y un inmenso capital. Hasta septiembre pasado el empresario mormón había inyectado a su campaña 17 millones de dólares (11,5 millones de euros) de su propio bolsillo, además de haber recaudado más que ningún otro candidato republicano y haber obtenido el discreto apoyo de los grandes estadistas del partido. Mientras, Huckabee seguía viajando en vuelos comerciales, empleando a su hija como jefa de campaña y a su entrenadora como portavoz.

A medida que subía en las encuestas aumentaban en televisión los devastadores anuncios de Romney, en los que ametrallaba el historial del ex gobernador de Arkansas. Si Romney ha invertido 5 millones euros en anuncios, Huckabee no llega al millón. Pero la base evangélica que aupó a Bush a la Casa Blanca no ha aceptado la consigna del partido para relevarle con Romney y ha preferido apostar por uno de los suyos. El 45% de quienes votaron a Huckabee se declararon evangélicos, lo que le augura una buena carrera en los estados del sur y en las nacionales (60 de los 300 millones de estadounidenses son evangelistas), pero dará oxígeno a Romney en la católica Nueva Inglaterra, la cita del martes donde el mormón es líder en las encuestas.

McCain, a la espera

Allí le aguarda un nuevo rival que prefirió contemplar esta contienda desde la barrera con la esperanza de que Huckabee le asestara a Romney una buena cornada. John McCain, que ni siquiera fue a Iowa para el cierre de campaña, obtuvo un 12% de los votos y es segundo en las encuestas de New Hampshire. Con ello cobra nueva relevancia y vuelve a tenérsele en cuenta.

El arma secreta de Huckabee es Chuck Norris, un duro de películas de acción. El actor le ha prometido recaudar casi 7 millones de euros en una barbacoa virtual que celebrará en su rancho para que el candidato pueda enfrentar las primarias en veinte estados que se celebrarán el 5 de febrero. Allí, por mucho que se multiplique no podrá tocar todas las puertas como ha hecho en Iowa, sino que tendrá que competir con los costosos anuncios de televisión.

Pero su verdadera ventaja es la sencillez de quien todavía no está maleado por la seriedad de un líder político. Huckabee dice lo que piensa, habla con el primero que se le cruza por delante, lleva su propia ropa a la lavandería y baja a desayunar con las legañas puestas en vez de pedir servicio de habitaciones para aislarse del resto de los mortales hasta que se haya puesto el hábito presidenciable.

«Hace cinco semanas yo iba en el vagón de Romney», contaba durante la celebración de su victoria Cyndia Kammmeir, una votante de 42 años. «Cuando empezó a meterse con Huckabee me interesé por él. Me encontré que es un hombre directo, divertido con ideas innovadoras. Ahora me inspira más confianza, le veo un hombre honesto».

Tan innovadoras son las ideas de Huckabee que en los 80 propuso poner en cuarentena a todos los enfermos de sida para evitar que se expandiera la epidemia, y en esta campaña propone borrar el impuesto sobre la renta de un plumazo y dejar sólo los que gravan los productos de consumo.