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ENLOQUECIDO. Un seguidor del opositor partido ODM desafía a la Policía durante la concentración de ayer en Nairobi. / EFE
MUNDO

La presión internacional obliga al líder keniano a hablar con la oposición

La UE y EE UU amenazan con enviar una misión conjunta, mientras el fiscal investigará el recuento electoral

A. G.
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La violencia y el caos en el que está inmersa Kenia desde que Mwai Kibaki se proclamó presidente tras las cuando menos irregulares elecciones del 27 de diciembre han obligado a la comunidad internacional a involucrarse de forma directa. Ayer, la UE y EE UU instaron al primer mandatario y a la oposición a «entablar un diálogo y hacer todos los esfuerzos para lograr un gobierno de coalición», mientras no descartan el envío de una misión conjunta.

Y parece que la 'invitación' tuvo un efecto inmediato. El propio Kibaki salió a la palestra para pedir el fin de la violencia y hablar con los líderes de la oposición. «Estoy dispuesto a dialogar con los partidos afectados una vez que la nación se haya calmado y haya bajado la temperatura política lo suficiente para lograr compromisos constructivos y productivos», dijo desde su residencia en Nairobi.

Sin embargo, el mayor temor con el que se despertó la población keniana ayer era saber qué podía pasar durante la masiva manifestación convocada por el movimiento opositor, liderado por Ralia Odinga, quien asegura que él ha sido el ganador de los comicios y que hubo fraude en las urnas. Pero, por fortuna, lo peores presagios no se cumplieron. La masiva presencia policial y el uso de gases lacrimógenos y cañones de agua contra los que pretendían alcanzar el parque Uhuru, lugar donde había sido programada la concentración contra el resultado electoral, hicieron congelar la protesta hasta el próximo martes.

Votos fraudulentos

Y mientras los manifestantes eran disueltos, el fiscal general del Estado, Amos Wako, pedía la apertura de una investigación con carácter urgente para verificar la transparencia del recuento, como ya exigió el miércoles el responsable de la Comisión Electoral, Samuel Kivuitu. Wako señaló que la situación «está degenerando rápidamente hacia una catástrofe de proporciones inimaginables».

El Movimiento Democrático Naranja (ODM) de Raila Odinga asegura que Kibaki fue proclamado vencedor con un millón de votos fraudulentos y la misión de los observadores de la UE ha puesto en duda la credibilidad del escrutinio que dio como vencedor al líder del Partido de Unidad Nacional (PNU).

En una conversación telefónica, los jefes de la diplomacia de la UE y EE UU, Javier Solana y Condoleezza Rice, llamaron a la concordia a Kibaki y Odinga. Según fuentes de la Unión también abordaron la posibilidad de enviar una misión conjunta, a instancias de Solana, aunque nada hablaron sobre su composición o número de integrantes. Las mismas fuentes precisaron que se trata de «una opción entre muchas otras que trataron por teléfono», sin concretar el contenido del resto de alternativas barajadas. En esta ofensiva diplomática intervino también el ministro de Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, a quien el líder opositor keniano prometió pedir a sus seguidores «prudencia» y una actitud «pacífica».

Ciudad fantasma

Tal vez debido a este llamamiento, la violencia descendió por primera vez en una semana, al menos en Nairobi, donde la situación sigue en punto muerto, con el centro de la ciudad cortado al tráfico, un espectacular dispositivo de seguridad y la mayoría de las tiendas y comercios cerrados pese a tratarse de un día laborable.

En el resto del país la situación era distinta. En Kibera, feudo de los seguidores de Odinga, una iglesia fue pasto de las llamas, mientras los partidarios del presidente y los del líder opositor se acusan mutuamente de genocidio. En Eldoret, los jóvenes desfilan con machetes en busca de enemigos. También se produjeron enfrentamiento en Kisumu, otro de los feudos de la oposición.

La violencia ha obligado a 100.000 kenianos a abandonar sus hogares, muchos camino de la vecina Uganda, mientras los muertos superan los tres centenares.