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DESTRIPADO. Entre otras cosas, la etiqueta 'CE', que certifica que el juguete cumple una serie de requisitos adecuados al nivel de exigencia europeo, es la clave de la tranquilidad. / E. C.
Sociedad

Con los niños no se juega

57.000 juguetes fueron retirados del mercado el año pasado por no ajustarse a los estándares de calidad

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Asfixia por accesibilidad a las pilas botón. Riesgo de ahogamiento. Contiene trazas de plomo, puede ser tóxico. Bordes cortantes. Aristas peligrosas. Incumple los requisitos de ventilación. Alta inflamabilidad. La retahíla que precede tiene una explicación: detrás de llamativos diseños de alegres colores hay juguetes que pueden ser una bomba de relojería. Las precauciones se extreman en estas fechas y los controles llevados a cabo en los comercios dan lugar a advertencias. Con los niños no se juega en lo que a seguridad respecta. «Todos conocemos, aunque sea indirectamente, algún caso de un niño ahogado por tragarse una pequeña pieza o intoxicado por la pintura de un juguete mal acabado», advierte José Antonio Pastor, presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes.

Desconfiemos de las pistolas de muelles con láser y bolitas de plástico (son los proyectiles) de la marca Air Soft Gun Combat. También del muñeco de peluche en forma de perro futbolista de Águila de Oro. Los juguetes de arrastre con forma de pato con dos ruedas Xiaokalu es mejor no adquirirlos si acaso los ve en la estantería de una tienda, así como los accesorios del camión de remolque de la Barbie (Barbie y Fisher-Price), que contiene exceso de plomo. Aléjese asimismo de los bolígrafos con aromas frutales y purpurina de Kirica, del muñeco Baby Luz Musical de Atosa y de los peluches de felpa de Mickey y Minnie (los de 23, 28, 36, 46 y 96 centímetros) que se venden en las tiendas Disney; contienen pequeños botones que pueden desprendérseles y los niños, claro, cogerlos y metérselos en la boca. El Ministerio de Sanidad y Consumo ha incluido a todos ellos, y a otro centenar largo más, en una lista negra. La red de alerta, la llama en realidad. Es pública y funciona por igual en toda Europa.

En estado de alerta

Significa que estos productos han sido retirados del mercado por no cumplir con la normativa vigente o porque suponen un riesgo para la salud. Y que, al menos en teoría, no deberían estar a la venta porque no han pasado los filtros pertinentes que todo juguete debe atravesar antes de salir de la fábrica, y que incluye un estricto control de todo el proceso productivo, tanto en la fase de diseño como en la de fabricación. Flechas con ventosas, cochecitos, barcos, aviones, teléfonos, sonajeros, pistolas y muñecas de piezas mal ensambladas se llevan la palma. «En otros tiempos, el peligro era no poder comprar juguetes, y hoy que sobran, abundan los peligrosos. Pero, en materia de consumo, el error cero no existe», advierte un portavoz del ministerio. «Que sea seguro y manejable, que dure, que tenga unas instrucciones de uso claras, que goce de una concepción lúdico-pedagógica adecuada y que resulte apropiado para la edad del niño», es todo lo que le pide a un buen producto infantil Maite Romero, especialista del Instituto Tecnológico del Juguete (Aiju), con sede en Ibi, Alicante, cuna del sector en España. Que no es poco.

La norma UNE-EN 71-1 de Aenor, la Asociación Española de Normalización y Certificación, desarrolla para España los requisitos de seguridad de los juguetes infantiles, y dice todavía aún más: que las instrucciones de uso que acompañan a los juguetes deben ser «legibles»; que los materiales con los que se fabrican deben estar «limpios y exentos de infestación»; que los dirigidos a niños mayores de 36 meses que incorporen vidrio deben emplear «fibra de vidrio con refuerzo» o «canicas de vidrio macizo»; que si hay un embalaje de látex ha de llevar «una advertencia del riesgo de provocar alergias e incluso asfixias»; que las cuerdas de las cometas o los juguetes volantes tienen que estar hechas con un «material de resistencia eléctrica»; que los juguetes eléctricos no deberían sobrepasar la limitación máxima de velocidad de ocho kilómetros por hora; que no se puede utilizar porcelana en la fabricación de este tipo de productos, y que no pueden contener bolas pequeñas o que no se puedan separar.

Aunque el sector gaste cien millones de euros en inversión publicitaria para impulsar las compras, el fabricante sabe del daño moral que conlleva la pérdida de prestigio -y de confianza, sobre todo- de una marca en el mercado, tan difícil de asentar.

En esta línea, China, donde se fabrican seis de cada diez juguetes que se venden en España, ha causado varias sacudidas en el sector. Un perro de juguete de tamaño natural fue el presente con el que el regulador chino de Calidad Li Changjiang, defensor de la reputación de los productos made in China, agasajó a su homólogo estadounidense Carlos Gutiérrez, de visita en el país, hace escasos días. Era un intento más de devolver al sector juguetero del país la confianza mundial perdida por los escándalos surgidos durante 2007. El mayor de ellos tuvo lugar en agosto: la multinacional estadounidense Mattel se vio obligada a retirar 18,2 millones de muñecos -500.000 en España- elaborados por subcontratas en el gigante asiático. Eran productos bonitos y baratos, pero no buenos ni seguros.