Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
Editorial

Liberadas al fin

La liberación de la médico leonesa Mercedes García y de la enfermera argentina Pilar Bauza y el modo en que se ha producido la misma, a falta de conocer el testimonio de primera mano de ambas, constituyen el mejor desenlace de los que cabía imaginar para el secuestro de las dos cooperantes en un país tan inhóspito, peligroso e ingobernable como Somalia. Aunque las contadas noticias sobre el estado de las dos integrantes de Médicos sin Fronteras sugerían que su vida no corría peligro, la interminable semana transcurrida desde que fueron retenidas por un grupo armado había alimentado una angustiosa incertidumbre sobre su futuro. La puesta en libertad de las dos mujeres sin que haya mediado pago de rescate alguno, según han asegurado los Gobiernos español y argentino, presupone la existencia de algún tipo de acuerdo con los secuestradores para propiciar un final satisfactorio. Ni el imprescindible cuidado que requería una situación tan compleja, ni la evidente dificultad para desarrollar negociaciones diplomáticas en un lugar arrasado por las luchas tribales y los dramas humanitarios, eximen ahora a los Ejecutivos implicados de ofrecer una información transparente sobre el modo en que se ha consumado la liberación.

Actualizado:

No deja de resultar tristemente paradójico que, una vez más, haya sido un acontecimiento extremo el que haya llevado a la opinión pública a conocer el impagable trabajo que venían desarrollando Mercedes García y Pilar Bauza, como tantos otros cooperantes desplazados a países en permanente conflicto; y que haya tenido que ser su secuestro lo que haya devuelto actualidad a la situación que sufre la población somalí, largamente castigada por una de las tragedias olvidadas del planeta. La disposición mostrada en privado por la médico española para regresar a África en cuanto se restablezca del trance padecido confirma la entereza y el compromiso de quienes no dudan en arriesgar su propia vida para auxiliar a los más desamparados. El reconocimiento de esa entrega individual, aun más valiosa cuando no se interioriza como un sacrificio sino como una oportunidad, no puede conducir, sin embargo, a minusvalorar la importancia de preservar la seguridad de los voluntarios. Ni tampoco a obviar los límites a los que se enfrenta la necesaria acción de las organizaciones humanitarias en crisis cuya resolución precisaría de un esfuerzo titánico por parte de la comunidad internacional.