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«El cine se inventó para no tener fronteras»
Raphaël Nadjari explora la religiosidad de una familia israelí en 'Tehilim'
Actualizado: GuardarRaphaël Nadjari (Marsella, 1971) lleva cinco largometrajes interrogándose sobre su identidad: «Es importante saber quién soy y de dónde vengo». Estudió Bellas Artes en Estrasburgo, hizo televisión en París y rodó tres películas en Nueva York: una adaptación de Dostoievski, un homenaje a la serie B de los años 40 y una intriga claustrofóbica, las tres protagonizadas por judíos emigrantes de Europa del Este y expatriados israelíes. Justo cuando estaba a punto de convertirse en un director indie, se mudó a Tel Aviv para describir la cotidianidad de una mujer ansiosa de libertad en un país marcado por el peso de las tradiciones.
Tehilim, su quinto largo, retrata a una familia de Jerusalén desamparada tras la misteriosa desaparición del padre en un accidente de tráfico. Es «una historia sencilla que plantea cuestiones importantes». El filme, que se estrena este viernes en su versión original en hebreo, toma su nombre del libro central de la liturgia judía, con poemas, salmos y meditaciones atribuidas al rey David. Un manual que rige nacimientos, bodas y funerales, cuyos ritos ocupan muchos fotogramas del filme. Nadjari, como los asquenazíes protagonistas, ha sido instruido durante años en el Tehilim. «Vengo de una familia judía, pero no puedo definirme como un hombre religioso».
El director no esconde que cada personaje representa una postura ante una religión omnipresente. El abuelo, aferrado a la tradición y la ortodoxia; la madre, cuyo dolor no encuentra consuelo en las ceremonias familiares; el hijo mayor, que se interroga sobre el significado de las reuniones en torno a los textos sagrados.
Vivir sin el padre
«La película se construye a partir de cada una de sus posturas», observa Nadjari, que dejó espacio a la improvisación para construir los diálogos. «El abuelo mira al cielo; la madre a la tierra. ¿Quién hace mejor? Yo les dejo hablar y no tomo postura por ninguno. En realidad, están buscando al padre interiormente. Porque la mayoría de religiones plantean cómo vivir tras la pérdida del padre: musulmanes, judíos, cristianos...».
Presentada en el último festival de Cannes, Tehilim está narrada en un ritmo moroso y transcurre en una Jerusalén urbana, donde su autor intentó en vano encontrar el sentimiento ciudadano de fraternidad. «Allí cada comunidad está obsesionada consigo misma, buscan a Dios pero no saben compartir». Nadjari muestra el lado humano de un país con una imagen internacional de villano en su sangriento conflicto con los palestinos. «No estoy aquí para representar a nadie. Trabajo en términos éticos y no políticos, con preguntas y no con respuestas. Y en ese intento de aprender, comprender, explorar y cuestionar encuentro mi libertad».
Según el realizador, el desconocido cine israelí vive «un momento dorado». Y sin censura, «o al menos no más que en Europa». Admirador de Almodóvar y Kurosawa, «de los directores que hacen un cine frágil», Raphael Nadjari ejemplifica al cineasta sin nacionalidad, capaz de rodar en cualquier idioma en cualquier parte del mundo. «El cine se inventó para no tener fronteras. Chaplin lloró cuando tuvo que hablar en inglés. Con el sonoro llegaron las nacionalidades al cine».